de aprendizaje, no sólo de carácter profesional y cultural en su sentido más
amplio, sino también de carácter humano y por lo tanto, de carácter ético y
moral. Desde estas premisas, se muestra significativamente la importancia
que tiene la Declaración Mundial sobre la Educación Superior en el Siglo XXI:
Visión y Acción, promulgada durante la Conferencia Mundial sobre la
Educación Superior (UNESCO, 1998), donde se refiere en los Artículos 2, 5 y
9, al papel que ha de jugar la ética, la investigación y las humanidades en todas
las disciplinas en una nueva visión y un nuevo modelo de enseñanza superior.
Por otro lado, las instituciones de educación superior, poseen en su
discurso un compromiso institucional que busca proveer a los estudiantes un
conjunto de particularidades intelectuales y morales, que le consientan
interactuar con los demás, incorporando la ética y los valores, para que
coexistan competentes de desempeñarse, enfrentar contextos complejos de
la vida cotidiana, de modo que puedan ofrecer un servicio profesional de
calidad a la sociedad. Desde este punto de vista, Savater (2005:12), sostiene
que:
Lo más importante de la educación y por ende, del enseñar,
radica no propiamente en transmitir información, sino en
aportarle al estudiante la formación de actitudes y valores para
la construcción ética del conocimiento, y construirse
simultáneamente como personas. La educación es el más
humano y humanizador de todos los empeños. Se nace
humano, pero eso no basta: tenemos también que llegar a
serlo, los humanos nacemos para la humanidad. Hay que nacer
para ser humano, pero solo llegamos a serlo plenamente
cuando los demás nos contagian su humanidad.
2.2. Hacia una aproximación del discurso formativo del profesional
La acción formativa crítica implica un lenguaje innovador desde la
pedagogía, que no figura solamente el situar saberes disciplinarios sino
también gnosis política y aptitud transformativa de la convivencia social. Desde
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que la universidad, en el contexto sociocultural actual, es un espacio óptimo