Con el advenimiento de la sociedad del conocimiento, el ser humano se
ve involucrado en un contexto de sociedad instruida, en la cual su aprendizaje,
constituye el instrumento de defensa y seguridad vital más importante para
orientarse en el sistema social en el cual está inmerso. No obstante, es
importante señalar que no basta con incrementar los conocimientos para
cumplir con una misión social, se requiere concatenarlos a un proceso de
sensibilización, transformación y valorización del entorno. Este proceso como
interpretación social tiene por postulados básicos y operativos la pertinencia
social y la pertinencia ocupacional además de ser concebido como la vía para
propiciar cambios a través de un continuo desarrollo del ser social. Desde esta
perspectiva, la educación cumple un papel importante en el desarrollo
cognoscitivo, intelectual y educacional en el individuo, así como también en la
familia y en la sociedad.
El proceso formativo se cumple a través de los distintos niveles
educativos, garantizando, con ello, su continuidad a lo largo de la vida del
individuo mediante un proceso de educación permanente, siendo esta una
modalidad que permite producir y utilizar conocimientos que corresponden a
los diferentes momentos del desarrollo físico, biológico, psíquico, cultural,
social e histórico, en períodos sucesivos donde cada uno engloba al anterior
para crear las condiciones de aptitud, capacidad y competencia que le
permitan responder y participar activamente en la transformación de la
sociedad en la que vive.
En este contexto, se debe el repensar del bioanálisis del siglo XXI;
reconfiguración de sus valores axiológicos con base a las nuevas realidades
del profesional, sobre todo en base a su perfil, siendo una exigencia ética para
todo profesional en función de la necesidad que tiene de actualizar
“continuamente” sus conocimientos, habilidades y destrezas para ponerlas al
servicio de los ciudadanos, donde el profesional ha comprendido e
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Artículo
1. A manera de introducción