Revista Scientific Volumen 3 / Nº 10 - Noviembre-Enero 2018-2019 | Page 298

El reto de enseñar en un universo en constante cambio, violento, peligroso, sumergido en diversas crisis, lleno de inseguridades, altamente heterogéneo y multifacético, debe ser concebido, y para ello es impostergable descifrar lo que necesitamos para ser docentes que formamos desde los designios de los valores ciudadanos, que no son otros que los valores familiares en atención a construir un mundo donde la paz encuentre su verdadero significado existencial. Por ahora, podríamos comenzar por abrirnos a la llegada y permanencia de una cultura de la paz mediante el calor de los valores familiares. Ello lleva a concebir el fenómeno desde la humildad; sin duda, la complejidad del mundo implica fascinación y la admiración lo perciben sólo los humildes. No se puede ahondar en este campo sin apropiarnos de nuestros límites y sobre todo de nuestra recóndita condición humana, es lo indispensable en este desafío. Como expresa Maturana (1999): “…que respete el proceso de conocer del otro, porque existen múltiples realidades, todas ellas legítimas” (pág. 75). Asombro, agradecimiento y humildad son las puertas de entrada a la formación en valores para la convivencia. Humildad de quien reconoce que no es superior a nadie, que es capaz de agradecer lo que se le brinda. No es mérito alguno si afortunadamente se ha nacido bajo la protección de una familia, sano, inteligente y fuerte; el verdadero merito está en sortear las dificultades, ya que la vida del hombre es un continuo y creador rescate ante el asedio de las adversidades. La supervivencia de la especie humana es un permanente llamado a construir bajo el amparo de la fraternidad universal y cósmica que nos impele a ser tolerantes, y abrirse a la necesidad de respetar e incluso alegrarse de la diversidad, considerándola como una riqueza que nos rodea. 297 Arbitrado planetario.