aprender, esto fortalecería el desempeño escolar y como consecuencia el
cúmulo de energías que requieren ser orientadas positivamente en beneficio
del buen desarrollo de las actividades dentro del salón de clase que en muchas
ocasiones estas energías si no son canalizadas correctamente entorpecen la
labor del docente.
Dentro de este orden de ideas Pérez (2010: Pág. 23), expresa: “Las
actividades extraescolares son útiles en la medida en que favorecen el
desarrollo personal del niño y que éste debe vivirlas como una experiencia
lúdica, un tiempo dedicado al juego distinto a las clases convencionales”.
Cuando se da la oportunidad de participar a los estudiantes en actividades
extraescolares, se propicia un ambiente más efectivo para desarrollar el
proceso educativo puesto que es la oportunidad para aplicar los conocimientos
adquiridos y al mismo tiempo fomentar valores de convivencia entre la
población estudiantil, lo cual contribuye con el desarrollo integral de los
mismos.
Al momento de elegir una actividad educativa para los alumnos -
alumnas, es fundamental contar con su opinión favorable, es decir, que estas
actividades no pueden ser impuestas por terceras personas, al contrario, se
establecen en mutuo acuerdo entre el docente, el padre, representante; de
manera que se garantice el entusiasmo y motivación. De lo contrario, al poco
tiempo se sentirá desmotivado lo que terminará aburriéndole dicha actividad.
Tampoco se puede abusar de la implementación de las actividades
extraescolares.
Es importante que en las instituciones educativas se promueva la
recreación como prácticas que constituyen elementos fundamentales para
alcanzar una vida plena, a través de la formación aptitudes, capacidades,
habitas y destrezas que permitan el desarrollo armónico e integral de los
individuos. Considerando que el proceso educativo busca más que la
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rendimiento estudiantil. Lógicamente, los niños, jóvenes, poseen un gran