Aleteo de Ángel
Beatriz Calderón, México.
Lo invité a mi casa.
En una cita previa había prometido
compartirle mi cava.
Y ciertamente disfruto de los placeres de
Baco, así que, por más petulante que suene,
confieso que es una muy buena selección
de bebidas alcohólicas, especializada en
tequilas.
Con la naturalidad y espontaneidad de mi
papel de anfitriona lo llevé a ver las botellas:
le expliqué una a una.
esta es la mejor botella de la bodega fulana,
este es un añejo, este es reserva, este blanco
se caracteriza por tal y finalmente, este es
un tequila negro, hoy día muy de moda con
notas de humo. ¿Cuál quieres?
Con cara de susto y (supongo) una ignorancia
supina en el tema, dijo: –El que tú vayas a
tomar.
Así las cosas. Saqué dos caballitos
percherones y serví. Le entregué el suyo, le
di un trago al mío.
Estaba buenísimo, levanté los ojos y me
miraba indeciso. Finalmente habló:
–Yo no tomo el tequila derecho (sin mezclar).
Casi se me va chueco.
Por Dios, este Tequila si lo combinas le das
en la madre.
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