Llegamos a una tienda de juegos de computadora, donde había un gordo muy simpático
que tenía un paquete de la hierba que dios nos dio para relajarnos y disfrutar de la vida de
forma pausada y conectada. Mi felicidad ya no podía ser mayor, invitado por mi amigo al
crucero y además bien aperados de hierba buena y hach. Por supuesto que de inmediato
probamos la mercadería y llegamos flotando a abordar nuestro barco. Hago el registro
correspondiente y voy hasta la que sería mi habitación por siete días.
Se encontraba cerca de la proa y tenía una ventana redonda (típica de los barcos) que estaba
a nivel del agua. Ya instalado, comenzó el bajón provocado por la maravillosa hierba. Subo y
le pregunto a Mauricio dónde podía comer algo. Me conduce hasta la terraza del barco y ahí
estaba instalado un bufet de comida a la cual podía acceder de manera gratuita e ilimitada.
El medio bajón que me pegué. Comí de todo y tomé cerveza a destajo mientras veía como se
alejaba el crucero de la costa, comenzando así este viaje inesperado.
…esta historia continuará.
Por: Rodrigo Escaff.
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