Después fuimos a tres grandes vestigios
dentro de la ciudad. El Templo Qoricancha
fue construido para rendir culto al Dios Inti
(Sol), a pesar de que fue construido con
piedras de distintos tamaños, las piedras
están tan juntas unas con otras, que ni
siquiera cabe una moneda entremedio.
Además las piedras fueron directamente
amontonadas una encima de otra sin utilizar
ningún pegamento, ya sobrevivió cientos de
terremotos sin ningún daño. Cada solsticio
de invierno, los descendientes Incas realizan
allí su Festival de Inti Raymi.
La Catedral de Cusco fue el Palacio Imperial
Inca, está ubicado en el corazón de Cusco,
fue transformado a una catedral tras ser
ocupada por los invasores españoles, donde
los Incas fueron obligados a convertirse al
catolicismo. Normalmente, cada vez que
entro a una iglesia, siento un terror profundo
y un aire de guerra, pero la Catedral de Cusco
es completamente diferente, al entrar, siento
nuevamente ese fuerte aire imperial.
La Catedral está decorada con miles de
cuadros de óleo, el más famoso de ellos es
“La Última Cena Peruanizada”, las comidas del
banquete no son el pan y el vino, sino el cuy y
la chicha morada.
La Plaza Huancapata está al frente de la
Catedral, donde en tiempos Incas fue el
tranquilo jardín imperial. Ahora es un campo
donde las rosas compiten su belleza, dando
un toque de romance a la antigua ciudad.
Todos los vestigios de Cusco me hicieron
recordar mi ciudad natal Beijing, ambas
ciudades tienen una milenaria historia,
ambas fueron capitales imperiales y
ambas fueron arrasadas alguna vez por
invasores occidentales. No obstante, Beijing
sigue conservando sus antiguas obras
arquitectónicas en perfectas condiciones
y sigue parada bajo el rojo sol del Oriente.
Mientras que Cusco fue destruido
sangrientamente, sólo podemos contemplar
su prosperidad del pasado por sus vestigios
arruinados. Caminando en las calles de
Beijing, todos sus ciudadanos demuestran
una sonrisa sincera, orgullosa de una China
que crece cada día. Pero en Cusco, puedo ver
el dolor de un cataclismo grabado en la cara
de cada uno de sus ciudadanos.
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