CRÓNICAS DEL
GOZADOR PROFESIONAL
Tomo un avión, salgo del avión, tomo un tren,
salgo del tren y me bajo en Amsterdam con ganas
de orinar. Salgo a la calle y veo en una esquina un
urinario en plena calle, varios compartimientos en
formando un círculo y los hombres de pie frente
a un cubículo se bajan el cierre y orinan a vista y
paciencia del público que ahí transita. La solución
perfecta, oriné al aire libre, como más me gusta,
y al mismo tiempo podía observar la gente que
pasaba… un agrado.
Los siguientes días fueron adorables, la ciudad
hermosa, llena de canales que son verdaderas
arterias que recorren la ciudad. En las mañanas, la
gente en sus botes aparcados en estas arterias,
tomaba desayuno mientras yo paseaba en mi
bicicleta por calles y pequeños puentes adornados
de flores y esculturas. Las noches ocurrían tal como
lo pensé, muchos cofee shop juntos con un patio
central donde todo el mundo se reúne a tomar
cerveza, fumar porros, reír y mirar a algún holandés
pelado del cable realizar algún show salido de una
mente subterránea.
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