ANCE FÍSIC
AL
UN PRACTICANTE
de yoga, yogui o yoguini
(para ellas), no viste siempre
de la pureza del blanco
externa o internamente, ni recita
“ommmmmm” como mantra
personal cada vez que la vida se
pone de reto; danza en el mismo
espectro de emociones con
matices e intensidades: el
miedo, enojo, alegría,
tristeza, afecto;
y, dependiendo de
la cercanía, el contacto consigo
mismo, así como el trabajo personal, se confronta a cada
paso con el discurso propio de la respetable filosofía del
Yoga como sistema de vida.
Así se abren las posibilidades: el riesgo de la fuga
espiritual, como lo llama el maestro Bob Hall,
psicoterapeuta y guía budista laico, la tentación de
sentirse liberado y trascendido. Ante esta circunstancia
antenas afinadas, la presencia se percibe llena en el
espacio, maestras y maestros humanamente sabios
con un destello de no pertenecer a esta dimensión, de
16 | 17
haber tocado ya otro
estadio y seguramente
estar ayudando a otros a
un despertar interior. Por
el contrario el sobresfuerzo,
o la vivencia difusa, sin pies
en la tierra volando por los
aires sobre el tapete de yoga,
haciendo nudos y acrobacia
con el cuerpo, predicando
bajo el complejo de Gurú; pues
efectivamente, la disciplina
de la dimensión física del Yoga
nos da estos regalos, un cuerpo flexible, fuerte, en vía
de purificación, a la par que nos sintoniza en un estado
de vibración armónica donde todo parece más luminoso.
¿Qué hacer con ello? ¿Cómo llevarlo más allá de una
experiencia, de un momento sobre el tapete?
O bien, deseablemente con dosis de valentía, respeto,
humildad, honestidad y prudencia tomar la invitación
al proceso de ser congruentes, tomando la vía de la
práctica del Yoga como un estilo de vida que nos
va puliendo. Qué mejor que este afinamiento sea
consciente.
www.revistasaludenarmonia.com