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L a lluvia suele ser un buen pretexto para es- tar en casa, para tomar- se un café, o fumarse un cigarrillo y acompa- ñarlo con una buena charla escuchando caer cada una de las gotas que causan este her- moso fenómeno… Lo que más disfruto de la llo- vizna, es el poder sentarme un rato en mi ventana, tomar una libreta y comenzar a escribir acerca de lo primero que vie- ne a mi mente. Otras personas con talentos que yo no tengo, seguramente dibujan, esque- man la partitura de una melo- día o simplemente cuando no se inspiran (como en mi caso), prefieren leer un libro o escu- char música que les recuerde a algo o a alguien especial. A lo largo de mi corta vida, he notado también que algunos detestan las tormentas, unos porque le temen a los rayos, otros en cambio tienen una transformación de ánimo, se vuelven personas grises y de pronto dejan de disfrutar el día, siempre he pensado que es algo mental y que las depre- siones no nacen por un simple chubasco... en fin. En particular conozco a una persona que ama la lluvia, o al menos eso recuerdo, se inspira tanto que compone letras de canciones, es un total artista, cuando se sienta al lado de su guitarra las palabras, los acor- des y el ritmo, fluyen como el agua y terminan formando obras que endulzarían el oído de cualquiera que tenga una ‘gota’ de cursi en su sistema. Considero que los chaparrones causan demasiados problemas en la población, he oído que la gente tiene miedo de manejar bajo la lluvia, que no salen de sus casas por evitar darse un li- gero chapuzón, que no quieren ir a ningún lado para no enfer- marse, que temen que se vaya la luz, otros tienen pánico de morir por caer en una zanja y ahogarse (cosa que si ha suce- dido), sin embargo, confío que debemos dejar de ser tan ne- gativos en nuestra manera de pensar y comenzar a agradecer lo que la naturaleza nos ofrece. Hace un par de semanas esta- ba un poco triste, iba en auto con un gran amigo y se soltó la lluvia, nos estacionamos para ir a cenar y antes de que otra idea cruzara por mi ca- beza, me bajé del carro y dis- fruté del caer de la tormenta, fue una experiencia tan ma- ravillosa que no hacía desde que asistí a un concierto y por esperar a mi banda favorita hasta granizó encima de mí. Sin darle tantas vueltas puedo afirmar que el poder disfrutar de la tempestad me llenó de energía, me hizo muy feliz y me hizo recapacitar que debo estar demasiado agradecida porque donde vivo no existen las sequías. ¿Te atreverías a pasar 2, 5, 10 minutos bajo la lluvia? ¡Nos vemos pronto! 17 17