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Perfumada noche
de la ciudad de Chacabuco, cuál rige? Este de
ahora encumbrado en adelantos o aquel otro de
los tapialcitos amarillos y las calles de tierra,
cuando el camión de riego asentaba el polvo al
atardecer y todo era más viejo y simple pero más
dulce, y bastaba con estirar el cogote para ver al
fondo de la calle las primeras quintas y que por la
calle Saavedra en este momento se acerca
gravemente el señor Pelice, se detiene frente a la
casa de los Lombardi, ya medio en sombras,, se
quita el panamá y saluda a la señorita Haydée que
dice por primera vez con su voz de pajarito:
—¿Habrá calor este año, no cree usted?
—¿Hacia dónde va usted tan incontinenti?
—Al Prado —improvisa temerario el señor
Pelice.
—Muy buena idea. ¡Me gustaría mucho ir hasta
ahí! — canturrea la señorita.
El señor Pelice le ofrece el brazo y la señorita
Haydée con una risita se aparta de la puerta y
enlaza el brazo del maestro cohetero. Las dos
figuras se alejan entre tapiales amarillos y
penachos de sombras rumbo al Prado Español
mientras sobre el pueblo desciende la perfumada
noche. R
—El sol está fuerte para noviembre —responde
per oblicua el señor Pelice.
—¡Hermoso atardecer!
—Sopla algo de viento, por suerte.
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