Durante la década del 60, aquí se vivió la
época de los happenings, esas performances
a cargo de los artistas que salían de la Galería
del Este o del Instituto Di Tella, para venir a
tomar una copa.También se respira un aire de
antiguo abolengo, con las tazas que tienen la
filigrana "FG" y un borde dorado colmadas
de un blend de café, que los clientes, por lo
general, prefieren beber en la barra, parados,
una de las costumbres que ya casi se perdie-
ron. "Vengo todos los días. Me gusta que
haya conservado el estilo, encontrar amigos,
charlar con los mozos que me atienden
desde hace años y a los cuales retraté",
afirmo. Ya somos parte del paisaje del local,
que además se caracteriza por tener un libro
de visitas, en el que los clientes dejan sus co-
mentarios, y que es prácticamente un archivo
histórico de la ciudad, con firmas y comenta-
rios de las celebridades y comensales que pa-
saron por el Florida desde sus inicios, cuando
las leyes de la ciudad permitían vender solo
sándwiches.
"Imagino al Florida Garden como un gran es-
cenario, con su gran escal era por la cual po-
dría verse bajar a Isabel Sarli, las paredes de
travertino, los vidrios que la rodean y parecen
formar parte de la película. Cada uno de los
detalles está pensado en forma artística. Hay
una puesta en escena de la cual todos parti-
cipamos, si la congelás, vas ver que unos
toman vermouth, otros comen ensaladas, o
tortas, mientras ríen, conversan, hacen nego-
cios, o miran la gente caminar por la vereda",
nos cuenta a Quincena el arquitecto Justo
Solsona, quien desde hace cinco décadas se
cruza desde su estudio para almorzar junto a
sus hijos en el local. Para Solsona, creador de
la torre El Rulero, entre otras obras, el estilo
de "el Florida", como lo llama, es kitsch, es
decir no clásico, más bien recargado, tal vez
cursi. El nombre del arquitecto que la cons-
truyó en 1962 es un misterio. "De él sabemos
que no aceptó ni lo moderno, ni la imagen
tradicional que debía tener un bar".
Quincena | Pag.7