Revista Quincena Partido Justicialista | Page 7

terminó siendo el de las “naciones” y la fuerza de las ideologías quedó sepultada por la personalidad de los líderes que la en- carnaban. Claro que vivía Fidel, un lide- razgo por el cual el autoritarismo y la violencia le daban al marxismo una justicia social que justificaba la destrucción de la li- bertad. El marxismo agonizaba después de haber estado cerca de dominar el mundo. Rusia y China retornaban a su vocación im- perial con un capitalismo estatal y una liber- tad limitada. La democracia seguía siendo la propuesta superior de Occidente. La Re- volución Industrial había permitido un mundo productivo donde el trabajo inte- graba socialmente y la dispersión de la ri- queza permitía una movilidad social sin marginados. Ese fue el país que dejó el peronismo, ese que luego destruirían entre la dictadura con el endeudamiento y Menem con las privati- zaciones. Dijeron que era para ahorrar y privatizaron todos los servicios desde la salud a la televisión, desde el agua a la electricidad, desde los ferrocarriles a las au- topistas. Así cambiaron la distribución de la riqueza, y expulsaron a un tercio de los ciu- dadanos, difícilmente detengan esta san- gría. Mientras las riquezas no tengan límites tampoco los tendrá la miseria. Venezuela es el ejemplo del populismo, ese sistema no soporta la democracia, ya no puede ni vencer en las elecciones. Claro que la pre- gunta que molesta es siempre la misma: ¿tiene el pueblo capacidad de elegir? Y eso va contra las eternas “vanguardias ilumina- das”, gente culta y refinada que tiene claro qué hacer con los gobiernos pero no logran ser votadas. Menem intentó un gobierno liberal y des- truyó los restos del peronismo que ni la misma dictadura se había animado a des- montar. Néstor y Cristina fueron claves en la privatización de YPF, empresa esencial para la concepción de Nación que el mismo peronismo había desarrollado. Nunca se ocuparon de los Derechos Humanos cuando era difícil hacerlo, los descubrieron cuando llegaron al gobierno y los utilizaron como escudo de sus ambiciones desmedi- das. La izquierda había caído ya en el mundo herida por su impotencia de autocrí- tica por ese absurdo de no asumir errores para “no hacerle el juego a la derecha”; pero Néstor y Cristina, que nunca se inte- resaron en el peronismo, ni siquiera en las ideologías, entregaron espacios secunda- rios del poder a viejos grupos de izquierda a cambio de un apoyo sin derecho a crítica. Y muchos se subieron a esa última oferta de poder que les daba a sus sueños un triunfo tardío. Cristina y Macri fueron dos opciones de de- recha, autoritaria la primera, democrática la que hoy nos gobierna. La democracia deja demasiados caídos por la ambición de los ricos, la pregunta es si hay libertad donde las riquezas están en pocas manos y un go- bierno no se anima a limitar esos intereses. El populismo es dañino y amenaza a dema- siadas democracias. Las grandes empre- sas son mucho más dañinas y los gobiernos nacionales, populistas o no, son el último límite a la desmesura de su ambi- ción. Al lado de esa amenaza, el populismo es una consecuencia o una simple desviación. La codicia de los poderosos es la verdadera amenaza de la humanidad, desde la ecolo- gía a la dignidad humana, y el populismo o los excesos electorales de sus pueblos, al lado de ellos, son simples reacciones ino- centes de los condenados a la frustración colectiva. 7