Almayer 5
Cocina
Cuando la maestra te
brindaba su amistad, no te
invitaba a su casa, te
invitaba a su cocina.
Porque era en este lugar
donde se “cocinaba” la
amistad. En ese espacio
tan breve la conversación
era muy cálida, muy
íntima. No había tiempo
para voltear la mirada. Lo
que caracterizaba a la
cocina era la cafetera que
estaba siempre encendida.
No se daba abasto. Lista
con el aromático café de Atoyac. Puedo aventurarme a
escribir que en este lugar tan especial, la amistad se
mide por la cantidad de tazas para café que hay en la
alacena. Por esta cocina pasaron, además de su familia
y amigos, artistas, escritores, políticos, periodistas,
universitarios, abogados, luchadores sociales,
víctimas de las injusticias del gobierno, ecologistas,
maestros y un largo etcétera.
dejar el luto, que ya era suficiente el tiempo, que lo
dejara a un lado. Todo esto me lo contaba con humor.
Con la seriedad de la broma que sólo a ella, la maestra,
le conocí.
Linguito
No sé exactamente a que raza gatuna pertenece
Linguito. Podría decir que tiene mucho de persa pero
sin la graciosa nariz chata. Su pelo blanco como el
algodón, largo y suave contrastaba con el paisaje
tropical que rodeaba la casa de la maestra. Además,
sus ojos de un verde dorado lograban cautivarte. Lo
que más caracterizan a este tipo de gatos es su
sorprendente inteligencia, su sagacidad, habilidad y
destreza. Por todas estas características Linguito se
convirtió en una gatita muy consentida. Fue un regalo
de un amigo de Hercilia. Con una de sus manitas le
gustaba jalar el cabello de su dueña. Yo de broma le
decía a la maestra que Linguito era la única que le
había puesto una mano encima. Cuando había
reuniones y todo mundo estaba sentado tomando café,
en el énfasis de un caso muy importante, saltaba a la
mesa y la agarraba como pasarela de modas y hacía
lucir su presencia cotoneándose y estampando su cola
peluda ante la admiración y asombro de los invitados.
En ese momento el caso a tratar se detenía y se daba
paso a una serie de halagos y mimos para Linguito.
Fue la compañera fiel que en ningún momento se
apartó de su dueña.
Bahía
“Es nuestro hogar. Nos da de comer y nos protege de
los fuertes vientos de la temporada de huracanes. Hay
que cuidarla porque no tenemos otra cosa que nuestra
hermosa bahía.” Varias veces pude escuchar de la
maestra estas palabras.
Detalle en ventana de la cocina de la Mtra. Obdulia
(Foto: Jesús Baldovinos Romero)
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