El mercado te ofrece todas las facilidades para que evites trajinosos momentos en la cocina: benditos sean los víveres precocidos y enlatados. Aprovecha lo que tienes a la mano y luego puedes ponerte experimental.
1. Prepara una lista de alimentos sólidos: Escoge aquellos que no son perecederos y que puedes mantener en tu nevera o alacena por lo menos 7 días; además son fundamentantales para la preparación de tus platos fuertes. El atún, la pasta, verduras enlatadas, arroz y huevos, por solo nombrar los populares.
2. Aderezos a tu gusto: Lleva a la oficina desde el primer día tus aderezos y salsas predilectas. Disponlas en envases individuales y resistentes (que sean de plástico), déjalos guardados y marcados con tu nombre en la nevera o cajones de la cocina. Primero, te evitas empacarlos todos los días en envases pequeñísimos e incómodos, esto hace que se desperdicien y se rieguen en todo tu bolso; y segundo, son los que le darán un gusto diferente a las “comidas laborales”.
3. Portacomidas, tarros herméticos y vasijas para ensaladas: Prepara la artillería con todo aquello que necesitas para empacar. Los tarros con la tapa rosca, por ejemplo, son los perfectos para los líquidos como las cremas. En los portacomidas, encuentras diferentes niveles para separar las comidas: fruta, arroz y alimentos con salsas.
4. Como en casa: Muchas personas no se sienten cómodas llevando las famosas “coquitas” del almuerzo, ya sea por todo el espacio que abarcan dentro de sus carteras o porque no se sienten bien comiendo en un tarro plástico. Crea tu propio comedor. Al inicio de la semana y cuando el transporte no sea el problema, lleva en una bolsa un plato de tu vajilla, un pocillo y tus cubiertos personales. Esto hace que te sientas más cómoda y disfrutes de la comida como deber ser: el simple efecto visual de ver un plato bien servido, te hará comer con más gusto.
5. Té y jugos: Mantén en la gaveta bolsas de té frío y refrescos light que son fáciles de hacer y no hay tienes que cargarlos todas las mañanas.
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