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porque se decía frecuentemente que las aguas del mar hervían y siseaban, se llamaba al océano como la tinaja o la olla de las pócimas de Egir. Los dos principales sirvientes del dios eran Elde y Funfeng, símbolos de la fosforescencia del mar; eran famosos por su rapidez en invariablemente presentaban sus respetos a los invitados de Egir a sus banquetes en las profundidades del mar. El dios dejaba a veces su reino para visitar a los Ases en Asgard, donde siempre era espléndidamente agasajado y se deleitaba con los numerosos relatos de Bragi sobre las aventuras y los logros de los dioses. Entusiasmado por estas narraciones, y también por el burbujeante hidromiel que les acompañaba, el dios se aventuró en una ocasión a invitar a los Ases a celebrar la fiesta de la cosecha con él en Hlesey, donde prometió agasajarles él esta vez. Thor e Hymir. Sorprendido por esta invitación, uno de los dioses osó recordarle a Egir que ellos estaban acostumbrados a platos exquisitos, tras lo que el dios del mar declaró que en lo referente a la comida no debía preocuparse, ya que estaba seguro de poder abastecer los apetitos más delicados; sin embargo, confesó que no se sentía tan seguro respecto a la bebida, ya que su olla de pociones era más bien pequeña. Tras oír esto, Thor se ofreció inmediatamente a procurar una olla más apropiada y partió junto con Tyr en su búsqueda. Los dos dioses viajaron hacia el este del Elivagar en el carro tirado por los chivos de Thor, y dejándolo en casa del campesino Egil, el padre de Thialfi, encaminaron sus pasos hacia la morada del gigante Hymir, del cual se sabía que poseía una olla de una milla de profundidad y anchura proporcional. Sin embargo, sólo las mujeres se encontraban en casa y Tyr reconoció en la más anciana, una vieja y fea bruja con novecientas cabezas, a su propia abuela; mientras la más joven, una bella y joven giganta, era, al parecer, su madre y ella recibió a su hijo y a su acompañante de forma hospitalaria y les dio de beber. Tras conocer su misión, la madre de Tyr ordenó a los visitantes que se escondieran bajo unas enormes ollas que se encontraban sobre un travesaño al final de la sala, ya que su esposo Hymir era muy irreflexivo y a menudo mataba a sus invitados con una sola mirada fulminante. Los dioses siguieron el consejo rápidamente, y tan pronto se escondieron, llegó el gigante Hymir. Cuando su esposa le contó que habían llegado visitantes, frunció el ceño tan portentosamente y emitió una mirada tan encolerizada hacia el lugar donde se ocultaban, que la viga del techo y las ollas cayeron con estruendo y, excepto la más grande, todas se rompieron en pedazos. La esposa del gigante, sin embargo, convenció a su marido para que le diera la bienvenida a Tyr y a Thor, y mató tres bueyes para su comida. Pero grande fue su consternación cuando vio al dios del trueno comerse a dos de ellos como cena. Murmurando que tendría que irse a pescar temprano a la siguiente mañana para procurarle el desayuno a un invitado tan voraz, el gigante se retiró a descansar, y cuando al amanecer del siguiente día bajó hasta la costa, se le unió Thor, que dijo haber venido para ayudarle. El gigante le pidió que obtuviera su propio cebo, tras lo cual Thor mató descaradamente el buey más grande de su anfitrión, Himinbrioter (rompedor del cielo), y cortando su cabeza, embarcó con ella y se introdujo en el mar. En vano protestó Hymir que ya había llegado a su lugar habitual de pesca, y que podía encontrarse con la