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que entraba en la casa del gigante de hielo Gymir y al elevar su mano para asir el
picaporte, su belleza radiante iluminó mar y tierra.
Un momento más tarde, esta adorable criatura, cuyo nombre era Gerda, y que es
considerada como la personificación de las relucientes luces del Norte, se desvaneció
dentro de la casa de su padre y Frey regresó pensativamente hasta Alfheim, con su
corazón oprimido del anhelo de convertir a esta bella doncella en su esposa. Enamorado
profundamente, se tornó melancólico y distraído en extremo, y comenzó a comportarse
tan extrañamente que su padre, Njörd, se alarmó mucho por su salud y le ordenó a su
sirviente preferido, Skirnir, que descubriera la causa de su repentino cambio. Tras
mucha persuasión, Skirnir finalmente logró obtener de Frey el relato de su ascensión a
Hlidskialf y de la hermosa visión que había contemplado. Confesó su amor y también su
más profunda desesperación, ya que Gerda era la hija de Gymir y Angurboda y una
familiar del gigante asesinado Thiassi, por lo que temía que nunca viera su petición
favorecida.
Skirnir, sin embargo, replicó de forma consoladora que no veía la razón por la que su
señor veía el caso de forma pesimista y se ofreció a ir y cortejar la doncella en su
nombre, si Frey le dejaba su corcel para el viaje y le entregaba su reluciente espada
como recompensa.
Muy alegre ante la perspectiva de ganarse a la bella Gerda, con gusto le entregó a
Skirnir la brillante espada y le dio permiso para que usara su caballo. Pero pronto recayó
en el estado de ensimismamiento que se había hecho habitual en él desde que se había
enamorado y, por tanto, no se dio cuenta de que Skirnir se encontraba todavía cerca de
él ni de cómo le robaba astutamente el reflejo de su rostro desde la superficie del arroyo
cerca del cual se encontraba sentado, tras lo cual lo aprisionó dentro de su cuerno de
bebida, con la intención de derramarlo en el vaso de Gerda y con su belleza ganarse el
corazón de la giganta para el señor, para el cual estaba a punto de irse de cortejo. Con
este retrato, junto a once manzanas doradas y el anillo mágico Draupnir, Skirnir partió
hacia Jötunheim, para cumplir con su embajada. Mientras se acercaba a la morada de
Gymir, oyó el ruidoso y persistente aullar de sus perros guardianes, que eran
personificaciones de los vientos glaciares. Un pastor que se encontraba velando por su
rebaño cerca de él le contó, ante sus preguntas, que sería imposible acercarse a la casa,
debido a la barrera de fuego que la rodeaba. Pero Skirnir, sabiendo que Blodughofi
atravesaría cualquier fuego, solamente espoleó su caballo y llegando ileso hasta la
puerta del gigante, se vio pronto anunciado ante la presencia de la adorable Gerda.
Para tratar de que la bella doncella prestara un oído favorable a las propuestas de su
señor, Skirnir le mostró el retrato robado y ofreció las manzanas doradas y el anillo
mágico, los cuales, sin embargo, ella rehusó altaneramente aceptar, declarando qu su
padre tenía oro de sobra.
Indignado ante su desdén, Skirnir amenazó entonces decapitarla con su espada mágica,
pero ya que ello no asustón en lo más mínimo a la doncella, y tranquilamente le desafió,
tuvo que recurrir a las artes mágicas. Grabando runas en su vara, le comunicó a ella que
a menos que cediera antes de que el hechizo concluyera, se vería condenada o bien al
celibato eterno o a desposarse con algún gigante de hielo viejo a quien ella nunca
pudiera amar.