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separarse de ella cuando se le requirió en Asgard, donde pasó a ocupar uno de los once asientos de la gran sala de consejos, estando presente en todas las asambleas de los dioses, retirándose a Noatun sólo cuando los Ases no precisaban de sus servicios. En su casa de la costa, Njörd se deleitaba observando el vuelo de las gaviotas de acá para allá y contemplando los gráciles movimientos de los cisnes, sus aves preferidas que él consideraba sagrados. También empleaba muchas horas mirando los juegos de las focas, que se acercaban hasta sus pies para tomar el sol. Skadi, Diosa del Invierno. Poco después del regreso de Idun de Thrymheim y la muerte de Thiazi dentro de los límites de Asgard, la asamblea de los dioses se sorprendió y consternó en gran medida al ver a Skadi, la hija del gigante, aparecer un día entre ellos para reclamar una recompensa por la muerte de su padre. Aunque era hija del viejo y feo Hrimthurs, Skadi, la diosa del invierno, era ciertamente muy bella, en su armadura plateada, con su reluciente lanza, afiladas flechas, corto vestido de caza, polainas blancas de piel y anchas raquetas de nieve. Los dioses no pudieron sino reconocer la justicia en su demanda, tras lo cual le ofrecieron la compensación habitual en expiación. Skadi, sin embargo, estaba tan enfurecida que al principio rehusó tal compromiso y severamente reclamó vida por vida, hasta que Loki, deseando apaciguar su ira y pensando que si conseguía que sus fríos labios se relajaran en una sonrisa, el resto sería fácil, comenzó a hacer todo tipo de bromas. Atando un chivo a su cuerpo con una cuerda invisible, realizó una serie de bufonadas que después el chivo reprodujo. La visión era tan grotesca que todos los dioses rieron sonoramente, e incluso Skadi se vio forzada a sonreír. Aprovechándose de su estado de humor relajado, los dioses apuntaron al firmamento donde los ojos de su padre brillaban como estrellas radiantes en el hemisferio Norte. Le contaron a la diosa que lo habían colocado allí para mostrarle todos los respetos y añadieron finalmente que ella podría elegir como esposo a cualquiera de los dioses presentes de la asamblea, suponiendo que estuviera dispuesta a juzgar sus atractivos por sus pies desnudos. Con los ojos vendados, de manera que sólo pudiera ver los pies de los dioses que se encontraban en círculo, Skadi miró a su alrededor y su vista se posó sobre un par de hermosos pies. Estaba segura de que pertenecían a Balder, el dios de la luz, cuyo luminoso rostro la había seducido y ella designó a su propietario como su elegido. Cuando se le quitó la venda, sin embargo, descubrió para su desazón que había escogido a Njörd, a quien fue prometida. A pesar de su decepción, ella pasó una feliz luna de miel en Asgard, donde todos parecían deleitarse en honrarla. Tras esto, Njörd llevó a su esposa a Noatun, donde el monótono sonido de las olas, los chillidos de la gaviotas y los gritos de las focas perturbaron tanto el sueño de Skadi que, finalmente, declaró que le era imposible permanecer allí más tiempo y le imploró a su esposo que la llevara de regreso a su Thrymheim nativo.