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familia. Sin embargo, el responsable admitió su culpa y el campesino se ofreció a compensar la pérdida entregándole al airado dios no sólo a su hijo Thialfi, sino también a su hija Roskva, para que le sirvieran por siempre. Encargándole al hombre que cuidara bien los chivos, a los cuales dejó allí hasta su regreso y ordenando a los jóvenes campesinos que le acompañaran, Thor retomó su camino a pie junto a Loki y, tras caminar durante todo el día, se encontró al anochecer en una tierra inhóspita y árida, que estaba envuelta en una casi impenetrable niebla. Tras buscar durante un rato, Thor vio a través de la niebla el borroso perfil de lo que parecía ser una casa de extraña forma. Su entrada abierta era tan ancha y alta que parecía ocupar una pared entera de la casa. Tras entrar y no encontrar ni un fuego ni una luz, Thor y sus acompañantes se arrojaron al suelo para dormir. Pero fueron sobresaltados por un peculiar sonido y un prolongado temblor del suelo que se encontraba debajo de ellos. Temiendo que el techo se desplomara durante el temblor de tierra, Thor y sus acompañantes se refugiaron en un ala del edificio, donde pronto se quedaron dormidos. Al amanecer salieron, pero no habían avanzado mucho cuando vieron la forma recostada de un gigante durmiendo y se dieron cuenta de que los peculiares sonidos que habían perturbado su sueño habían sido provocados por sus ronquidos. En esos momentos se despertó el gigante, se levantó, se estiró, buscó a su alrededor su propiedad perdida y un segundo más tarde recogió el objeto que Thor y sus acompañantes habían confundido en la oscuridad por una casa. Entonces se dieron cuenta sorprendidos, de que no era sino un enorme mitón y que el ala donde habían dormido era el lugar separado para el descomunal pulgar del gigante. Tras averiguar que Thor y sus compañeros se dirigían hacia Utgard, como se llamaba el reino de los gigantes, Skrymir, que así se llamaba el gigante, se ofreció a ser su guía; tras caminar con ellos durante todo el día, les llevó al anochecer a un lugar donde les propuso descansar. Sin embargo, antes de disponerse a dormir, les ofreció las provisiones que había en su cartera. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, ni Thor ni sus compañeros fueron capaces de desatar los nudos que Skrymir había atado. Utgardloki. Enfurecido por sus ronquidos, que le habían impedido dormir, Thor asestó tres terribles golpes con su martillo al gigante. Estos golpes, en vez de aniquilar al monstruo, solamente provocaron en él comentarios soñolientos, como si una hoja, un trozo de corteza o una ramita del nido de un pájaro hubiesen caído sobre su cara. Temprano por la mañana, Skrymir dejó a Thor y su gente, señalándoles el camino más corto hasta el castillo de Utgardloki, que había sido construido con grandes bloques de hielo y enormes carámbanos relucientes como pilares. Los dioses, deslizándose por entre los barrotes de la gran puerta de entrada, se presentaron audazmente ante el rey de los gigantes, Utgardloki, el cual, tras reconocerles, fingió inmediatamente estar completamente sorprendido por su pequeño tamaño y expresó su deseo de ver con sus propios ojos de lo que eran capaces de hacer, pues con frecuencia había oído los alardes de sus habilidades. Loki, que había ayunado más de lo que hubiese deseado, declaró inmediatamente que estaba dispuesto a apostar con quien fuese por una comida. Consiguientemente, el rey ordenó que se trajera una gran mesa de madera llena de carne a la sala. Colocó a Loki en un extremo y a su cocinero Logi en el otro y les ordenó que comenzara la disputa.