Revista Nº 9. 2015/16 | Page 4

actividad ni para bien, ni para mal. Y el aprendizaje llegará por sí solo. Estamos acostumbrados a dirigir las vidas de los niños desde que se levantan hasta que se acuestan. No tienen tiempos de silencio para estar con ellos mismos ni para reflexionar sobre sus propias vidas. Algunos no tienen tiempo ni de jugar y, cuando lo hacen, puede que su juego sea dirigido por un adulto. Ni siquiera tienen tiempo de aburrirse, porque su agenda está completa de actividades desde la mañana a la noche. La sociedad nos indica que los niños tienen que hacer y hacer, así que tienen sus cabezas llenas de cosas por hacer, pero no les damos la opción de que ellos puedan construir su cabeza adecuadamente y a su ritmo. Así que reivindiquemos una vez más -y no nos cansaremos de decirlo-, un tiempo de quietud y serenidad para ellos, como es el verano. Dejemos que se aburran, que piensen, que disfruten, que se relacionen y liberémosles de las ataduras de las prisas y de los trabajos-a veces sin sentido-, que les imponemos los adultos, los cuales tampoco nos damos demasiado tiempo para la quietud. Felices vacaciones, velardenses.