actividad ni para bien, ni para mal. Y el aprendizaje
llegará por sí solo.
Estamos acostumbrados a dirigir las vidas de los
niños desde que se levantan hasta que se acuestan. No
tienen tiempos de silencio para estar con ellos mismos ni
para reflexionar sobre sus propias vidas. Algunos no
tienen tiempo ni de jugar y, cuando lo hacen, puede que
su juego sea dirigido por un adulto. Ni siquiera tienen
tiempo de aburrirse, porque su agenda está completa de
actividades desde la mañana a la noche. La sociedad nos
indica que los niños tienen que hacer y hacer, así que
tienen sus cabezas llenas de cosas por hacer, pero no les
damos la opción de que ellos puedan construir su cabeza
adecuadamente y a su ritmo.
Así que reivindiquemos una vez más -y no nos
cansaremos de decirlo-, un tiempo de quietud y serenidad
para ellos, como es el verano. Dejemos que se aburran,
que
piensen,
que
disfruten,
que
se
relacionen
y
liberémosles de las ataduras de las prisas y de los
trabajos-a veces sin sentido-, que les imponemos los
adultos, los cuales tampoco nos damos demasiado tiempo
para la quietud.
Felices vacaciones, velardenses.