Revista Nº 10. 2016/17 Revista Nº10. 2016-17 | Page 80

Papá de mayor quiero ser....
Zsss, Zsss, Zsss, Zsss, Zsss. Era el ruido que en el patio del colegio se oía esa soleada mañana de primavera, en vez de los habituales chillidos, balonazos y carreras de los niños y niñas que juegan por el patio de cualquier colegio de España y del mundo.
El ruido, monótono, molesto y persistente, lo hacían los alumnos del colegio que atropellados en la valla del patio esperaban ansiosos, sin acordarse que era la hora más esperada de un colegial: El Recreo.
El ruido quedó casi apagado por una especie de rugido que se acercaba por la carretera de acceso al centro. Los niños enmudecieron durante un momento y boquiabiertos miraron el superdeportivo que se acercaba al colegio. Muchos miraban aturdidos el cochazo, pues seguramente su padre se le había enseñado varías veces en Internet y les había comentado algo así como: " Este es un cochazo. Alcanza mas de...... kilómetros por hora, y se pone de 0 a 100 en..."
Fue sólo un momento ya que el silencio se fue tornando en griterío, y aumentando progresivamente en intensidad, acabó convirtiéndose en alarido cuando el coche por fin aparcó justo a la entrada, en un lugar con raya amarilla y se apeó del deportivo un joven, que normalmente pasaría desapercibido por la calle por ser un chico como otro cualquiera, de los que ahora se ven a montones en cualquier ciudad del mundo. Su aspecto y su vestimenta no difería de cualquier otro y no destacaba, en apariencia, por nada de cualquier otra persona con la cual nos podemos cruzar todos los días.
Los críos y crías corrieron a ponerse en fila ordenadamente como habían sido aleccionados. Todos llevaban en sus manos un papel, o cuadernillo y un bolígrafo para recoger un autógrafo del ídolo, del cual seguramente la gran mayoría el día anterior no sabía ni de su existencia, pero el rumor es lo que tiene, hace y deshace mitos y héroes con más velocidad que la que alcanza el coche que ahora estaba mal aparcado a la puerta del colegio.
El ídolo fue recibido por los organizadores del evento, y por gran parte del personal como se merece alguien que practica a buen nivel el deporte de masas, o deporte rey, como algunos lo llaman, que llega en una máquina ruidosa y aparca a la puerta del colegio, o donde le da la gana, y por supuesto, todos creen que él espera ese recibimiento cuanto menos.
Allí, a la entrada, recibió el primer reconocimiento por sus grandes logros en bien de la humanidad, la educación, y el bienestar de la sociedad. Allí justo a la puerta de su flamante coche, casi sin acabar de poner sus dos valiosas piernas en el suelo, firmó sus primeros autógrafos, se hizo las primeras fotos y recibió los primeros palmeos de gratitud con infinita paciencia, hacía los que le esperaban con un ansia que, tal vez y, sólo tal vez, era superada por los niños.