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España se vio involucrada en esta fase de la guerra.
Gran parte de su intercambio comercial estaba
orientado hacia las Islas Británicas, en cuyas aguas
los alemanes, en un momento crucial de la guerra,
atacaron a todo barco de bandera beligerante o
neutral, siendo víctimas de estos ataques numero-
sos barcos españoles. Esto provocó no solamente
la pérdida de dichos barcos y en ocasiones de la
tripulación, sino la disminución del tráfico maríti-
mo que ocasionó graves dificultades a España en la
exportación de minerales y fruta e importación de
carbón. La situación angustiosa, que se manifestó
en los países beligerantes en la última fase de la
guerra, también tuvo su eco en España ocasionan-
do graves crisis tanto en los gobiernos como en la
ciudadanía y originando una amenaza constante
de romper las relaciones con las potencias cen-
trales(Guerra submarina en España (1914-1918)
JESÚS PEREA RUIZ pag 194)
aquel momento eran la reconquista de Gibraltar, el
dominio de Tánger y una mayor influencia sobre
Portugal y el territorio marroquí, empresas a lograr
a costa de Francia e Inglaterra, lo que presuponía la
victoria de Alemania.
Al comienzo de la guerra la mayoría de los dirigentes
políticos españoles y muy especialmente el entonces
su Jefe de Gobierno, Eduardo Dato, se decantó por
mantener la neutralidad.
Solamente Romanones lanzó un globo sonda para ver
la reacción de la opinión pública. El Conde comentó
en sus Memorias: «yo no entendí nunca que Espa-
ña debiera ser beligerante. Para entrar en la colosal
contienda, no existía motivo justificado, pero sí para
permanecer, no en una neutralidad neutra, sino en
una neutralidad francamente inclinada a las naciones
occidentales».
La opinión pública española se dividió en dos ban-
dos: germanófilos y aliadófilos y sus manifestaciones
se vieron perfectamente reflejadas en la prensa. Para
la derecha social y política, germanófilos, Alemania
representaba el orden y la autoridad. A este grupo
pertenecían desde los carlistas hasta los conservadores
del Gobierno, los personajes de la Corte, el clero, los
terratenientes, los altos funcionarios, una parte de los
hombres de negocios y la mayor parte de los oficiales
del Ejército y de la Marina. Para la izquierda, en cam-
bio, al lado de Francia e Inglaterra estaban la causa del
derecho, la libertad, la razón y el progreso como decía
Lerroux, el más destacado de los intervencionistas.
Los francófilos se repartían desde los liberales mo-
nárquicos y los republicanos hasta los socialistas y los
sindicalistas de extrema izquierda. A éstos se unían la
mayor parte de los intelectuales, la clase trabajadora,
la clase media ilustrada, la clase media de las finan-
zas y de la industria y una pequeña parte del Ejército.
(Guerra submarina en España (1914-1918) JESÚS
PEREA RUIZ pag 196)
Los españoles decidieron mantenerse a la expecta-
tiva. Su fuerza militar era insignificante comparada
con la de las potencias en lucha y su situación geo-
gráfica estaba muy alejada de los campos de batalla.
Una intervención activa en la contienda sólo podía
reportar ventajas territoriales a cambio de enormes
sacrificios y las únicas ambiciones de España en
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