REVISTA NUMERO 1 CANDÁS EN LA MEMORIA REVISTA NUMERO 1 CANDÁS EN LA MEMORIA | Seite 17
. Casi siempre a lo largo de la jornada -excepcio-
nes también hubo- aparecía la lluvia, bien en for-
ma de chubasco, bien de llovizna, bien de prúa.
Nunca concedía San Félix una festividad soleada
al completo, o carente de agua al menos, si es que
en su mano estaba.
Acopló dos mesas alargadas y sillas suficientes
para la tarde. Cada año le hacía más ilusión el
hecho de compartir este día especial con sus
amigos y que ellos estuvieran a su lado celebrán-
dolo. Debe de ser cosa de la edad que te hace
valorar más estos momentos, se decía. Era el
mejor regalo que podía recibir: buena compañía,
cordial, amistosa y sincera.
Colocó unos manteles como señal de reserva y
se encaminó al pueblo. Habían quedado para el
vermú. Aguardaba por la anécdota. Algún cono-
cido le haría mención en cuanto la viera, estaba
segura: “Vaya casualidad la tuya ¡eh!, nacer el día
de La Sardina. Felicidades”. Agradecería la feli-
citación a la par que con ese gracejo intuitivo y
perspicaz tan de las mujeres de Candás, vendría
la réplica: “Gracies, pero non tas nada bien en
el asunto de les feches. El día en que se creó el
festival cumplía yo once años, que lo sepas, que
fue el festejo el que nació el mismo día que yo y
no al revés”.
Los mariaxes y culínos dan empuje a la euforia
e incitan a comer arriba en el patio en espera de
la tarde. Siempre hay una empanada o una torti-
lla dispuesta, o ambas, que, junto a unas raciones
variadas y unas tablas de embutido del Nordeste,
unas latas de conserva, vino y sidra, complemen-
tan el yantar. Flan casero de huevo, café de man-
ga y chupitos incluidos. No hay restaurante que
lo supere.
Transcurrirá la sobremesa amena y bulliciosa en
el aún reducido grupo. La presencia esporádica
de viento y prúa no retraerá a la gente y de forma
gradual el entorno del festival se irá atiborrando.
El santo apretuja, pero no asfixia, y en esta oca-
sión a la hora de la verdad se porta. El cariz torna
benévolo. Las sillas por Mayi dispuestas se irán
ocupando paulatinamente alrededor de las me-
sas. A la oscurecida, cuando todos hayan llegado,
saborearán varias docenas de sardinas. Quiere el
azar (o el jurado con su dictamen) que la mitad
de ellas sean del ganador del primer premio. La
sidra tampoco faltará. Y por supuesto la guitarra
que, alternándose, pasará de las manos de Kaki a
las de Pipo y de éste a l as de Alfredo, y entre los
tres irán desgranando notas que se mezclarán
con las voces acompasadas de los que allí nos re-
unimos, y en octava baja, o a dúo pelao, brotarán
canciones de juventud: boleros, salomas y haba-
neras cantadas ya por otros en tiempos de aquel
Candás del Marcelo Vega, La Parra, El Retiro…,
que poquito a poco se fue metamorfoseando con
la arribada de nuevos trabajos ajenos a la mar.
Notas y voces de amistad, camaradería y buen
rollo.
Será incapaz de controlar la emoción, haciéndo-
se manifiesta en unas lágrimas desobedientes.
Y guardará la celebración como un tesoro, eli-
giendo con mimo ese rinconcito interior donde
deposita los momentos inolvidables de su vida.
Texto y fotografias JOSÉ CARLOS ALVAREZ
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