especialistas que potenciaran el fruto de una tierra poco fértil pero de una perfecta exposición, un tesoro de la naturaleza que abraza la Sierra de Cantabria. Acotada en 5.500 kilos la producción media por hectárea, Juan Luis se aproximó con entusiasmo a los enigmas de la viticultura, a su alquimia, agarrado al respeto reverencial hacia el ecosistema. A comienzos de este siglo, Juan Luis contrató a un ingeniero agrónomo para que cuidará de la salud y evolución de los viñedos. “Se presentaron unos sesenta”, recuerda el bodeguero sobre la elección del director de campo, que cuenta con el apoyo de dos ingenieros técnicos agrícolas para rastrear
las 815 parcelas que componen el mosaico de 110 hectáreas de gestión directa y las doscientas de proveedores habituales que operan bajo el manto de la nave nodriza. “Siempre miramos a largo plazo, respetando los ritmos de la naturaleza”, destaca Juan Luis. Él y su equipo determinaron descartar la irrigación artificial así como el empleo de agentes químicos agresivos. “Los que se emplean son siempre suaves, incluso más que algunos que están certificados como ecológicos y solo hacemos uso de ellos en casos si es imprescindible”, remarca, convencido de que “la naturaleza es sabia y en lo posible no se debe de actuar sobre ella”. De hecho, en los viñedos que gestiona la familia, la hierba está muy presente entre
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Revista Mesa&Bar | Edición No. 1