dinero para traer al siguiente hermano . El plan era seguir reuniendo dinero para traer a quienes faltaban , pero por órdenes de Stalin ellos fueron trasladados a un campo de trabajo en Siberia . Mi abuela judía alcanzó a nacer en Colombia , hija también de inmigrantes de Polonia y Rumania .
Mi padre , adolescente de los sesenta y muy atravesado por la música de la época , admirador de Jethro Tull , Pink Floyd , Led Zeppelin y un fanático furibundo de los Beatles , por supuesto respetaba las creencias religiosas de mi madre y nunca se le ocurrió pedirle , como es la costumbre , que ella se convirtiera al judaísmo ( aunque al resto de su familia sí se le ocurriera constantemente ). Cuando tuvieron a sus hijas ( mis tres hermanas y yo ) decidieron que iban a mostrarnos ambas culturas y tradiciones para que nosotras eligiéramos cuando grandes nuestro propio camino .
Así es que nuestros viernes estaban reservados para Sabbat , de los que , además de las oraciones y los ritos , recuerdo los exquisitos menús . Por otro lado , en el día de Acción de Gracias , comíamos un delicioso pavo con relleno y salsa de arándanos y pies de manzana y calabaza en la casa de mi abuela venezolana . Entre postres judíos , venezolanos y gringos , íbamos a primeras comuniones y bar mitzvahs , buscábamos huevos de pascua y participábamos en Pesach ; celebrábamos Hanukkah y Navidad , decorando la casa con adornos de ambas celebraciones . Por mi casa pasaron camándulas y pulseras con estrellas de David . En la casa se hablaba en inglés con mi mamá y su familia con mi abuelo materno en francés y en español con mi papá y los suyos . Escuchábamos las narrativas personales de mis abuelos , que eran todas muy distintas por haber vivido en lugares tan lejanos . Mi abuelo materno recitaba poesía inglesa del siglo xviii ; mi abuelo judío no sabía de poesía : nos cantaba canciones de cuna en rumano y nos ofrecía un “ visky ” o un “ cococola ”. Mi abuela judía cantaba villancicos conmigo mientras gritaba frases en yiddish y nos enseñaba supersticiones de sus antepasados . Tantas experiencias vividas en una sola familia . Y cuántas enseñanzas . Mi mamá , que enamoró a mi papá cuando dejó de apuntarse el botón del bobo , y mi papá , cuya filosofía de vida se adivinaba desde su pelo largo y sus pantalones bota campana de terciopelo anaranjado .
Al fin y al cabo ninguna de sus cuatro hijas pudimos elegir una religión , nacionalidad o lengua con la que sentirnos más identificadas . Lo más evidente para mí fue el respeto tan grande que se mostraron mis padres entre ellos . Ninguno jalando para su lado , sino siempre viviendo las diferencias con la mayor naturalidad del mundo y respondiendo a nuestras preguntas a medida que iban surgiendo . Llenándonos , no tanto de orgullo , como de consciencia de lo que nuestras historias implicaban . Naturalmente , me sentí un poco excluida por no pertenecer del todo a ningún “ club ” cultural o religioso , pero las ganancias fueron mayores que las pérdidas . Mis creencias son sólidas , las herramientas espirituales que me quedaron me han ayudado en los momentos en que las he necesitado . Rescato tradiciones y rituales judíos , católicos , estadounidenses , colombianos y latinoamericanos pues me parece que le dan profundidad a nuestros actos cotidianos o que ayudan a celebrar eventos de alegría y de tristeza .
Pero sobretodo , la lección es quizás que personas muy diferentes puedan coexistir dentro de un amor muy grande . 2 nogales 13 diverso