La situación económica y social de España en los tiempos que corren, no podemos decir que sea brillante, sino todo lo contrario, ciudadanos desahuciados de sus viviendas por no poder pagarlas, aumento incesante del número de personas que se encuentran sin trabajo, y muchos buscando una solución en un mundo mejor, fuera de España, la emigración hacia países potencialmente con mayores posibilidades, o eso parece.
¿Qué podemos esperar del Estado y de nuestros gobernantes, cuando vemos situaciones dramáticas para muchas personas, que se quedan sin su vivienda sin más? Si todos pensamos que es injusto y lamentable, ¿por qué lo vemos una y otra vez y no pasa nada? El gobierno, los jueces y los poderes públicos encargados en teoría de solucionar estos problemas, podríamos decir de ellos que “ni están, ni se les espera”. La sociedad, si parece que se mueve algo, pero confiada en los anteriores y debilitada ante las dificultades propias de cada uno, tiene un movimiento lento y tardío, de lo cual, no se le puede culpabilizar, pero tampoco podemos tener grandes esperanzas en esto, porque al final triunfará el egoísmo individual sobre el colectivo, da la sensación muchas veces de que buscamos la unión y fuerza de todos, pero con el único objetivo de resolver nuestros problemas, aunque claro, siempre hay honrosas excepciones que dignifican el ser humano, o simplemente algunos de ellos.
Tantos años de esfuerzos, de momentos vividos, de raíces profundas ancladas en un lugar donde hemos crecido, aprendido y compartido con nuestro entorno, para que de un día para otro, todo esto, borrarlo, no porque queramos, sino porque esta dichosa crisis que nos empuja, nos maltrata, dejándonos sólo una salida, la huida hacia un lugar mejor, ¿pero eso quién lo sabe?
La idea de un mundo mejor será posible, pero la realidad nos dice que nuestros objetivos deberán ser menos ambiciosos, de que podemos aspirar solamente a unas condiciones mínimas de vida, acercándonos a situaciones de supervivencia, y que necesitaremos emplear todos nuestros recursos y energías para ello, aprender a vivir sin reservas.
Esta situación nos deja una sensación de ser diminuto, frágil e impotente ante la tormenta de problemas en la cual vivimos, si acaso nos quedan fuerzas para apresurarnos en conseguir cobijo en algún lugar, ayuda o aliento que nos permita seguir un camino con un futuro incierto.
Las aspiraciones de la sociedad es buscar ayudas, que si bien son soluciones a corto plazo, tienen el peligro de que nos instalemos en el inmovilismo y apatía, y a largo plazo sea como cavar más aún en nuestro propio pozo de miseria, y estemos cada vez más hondos, que hará que sea más largo el recorrido, más costoso y más largo el tiempo en salir de él, y ver algo de luz, que nos hiciera vivir en algo de armonía.
La clase política incapaz de resolver los problemas del pueblo, tampoco es capaz ni siquiera de ponerse de acuerdo entre ellos, como mandato del pueblo soberano, tendremos soberanía y que no nos falte, pero si quienes nos representan no están a la altura, nuestras decisiones y voluntades caen en saco roto. El país fragmentado, tanto en su ideología como en su vida política, esperemos que esto no sea un fiel reflejo de un futuro que todavía pudiera ser peor, una España rota socialmente.
Esta España deprimente donde no hay luces, sólo sombras, y la crueldad de ver que no tienes nada. La clase política no puede presumir precisamente de moral y ética, ya que nos exige que cumplamos nuestras obligaciones, cuando ellos mismos no lo hacen, sino todo lo contrario. Donde queramos poner un dedo en el mapa de España, encontramos uno o varios casos de políticos corruptos. Ellos pretenden vender esperanza e ilusión al pueblo, que todos quisiéramos comprar, pero en realidad, es una estafa, nos venden corrupción, porque esto es lo que un día y otro día van ofreciendo y los hechos, así lo constatan. España que camina en la sombra, sí que andará y se moverá, pero sin luz, todo será más triste y penoso, ¿acaso alguna vez vendrá la luz? Eso nunca lo sabremos.
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Pío baroja