De ahí que la solidaridad se ubique como la expresión humana de la responsabilidad social de cada persona y de la sociedad con el otro . Por ello , la solidaridad se considera como una exigencia humana , pues la realización de la persona pasa necesariamente por la realización de cada uno . Vivir es convivir , y convivir no es sólo “ vivir al lado del otro ”. De modo que la solidaridad no es un mero acto puntual , sino una opción de estilo de vida que parte de asumir nuestra condición humana y nos pone a caminar junto a los demás .
El mes de septiembre pasado fui invitado por el Consejo Episcopal Latinoamericano ( CELAM ) a colaborar en un encuentro de obispos en torno a “ El papel de la Iglesia en la construcción de la Paz ”. Allí me llamó la atención la experiencia de la Iglesia colombiana .
Cuatro años de diálogos de paz entre la guerrilla y el gobierno colombiano concluyeron en septiembre de 2016 con la firma de paz . En un momento dado , cuando los diálogos se empantanaron y muchos de los temas a negociar se fueron metiendo al “ congelador ”, la Iglesia propuso a las dos partes traer al escenario a las víctimas de la guerra , para que pudieran dar su testimonio y ver cara a cara a sus victimarios .
El gobierno y la guerrilla aceptaron . Llegaron víctimas de todos los bandos , y la atrocidad de lo revelado , junto con el valor y dolor de las víctimas , comenzó a dar un vuelco a la mesa de negociación . Las víctimas develaron el problema más hondo del pueblo colombiano : la destrucción de la dignidad humana . «¿ Cómo fue posible que llegáramos a tanto ?» Un guerrillero pidió perdón diciendo : « todos hemos estado atrapados en esa puta guerra …»
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