Si alzas tu vista entre la muchedumbre, te parecerá que es común. Tanto que corres el riesgo de no distinguirlo entre los demás. Ahí donde lo ves es un simple mortal. Pero tienes que ver más allá de sus ojos. Mira fijamente. La próxima vez que lo tengas frente a frente no pierdas la oportunidad; detente en su mirada. Entonces podrás ver el fuego que arde en su interior.
No es el primero de la lista, pero definitivamente es uno de los pocos cuyos nombres queda marcado en ella. Entre aquellos primeros encuentras, casualmente con A, a uno llamado Abraham. Su rostro se iluminaba solo por la llama que ardía en su interior. Aquel Dios que apenas conocía lo llamó a dejar su familia, su herencia, su tierra. Pero no lo llamó a cambio de nada, le ofreció, en su lugar, ser el padre de una nueva nación, cuya herencia llegaría a gobernar en los cielos, tan incontable como las estrellas; le dio un nuevo destino, un llamado a lo invisible. Lo invisible. Dios siempre hace ese tipo de propuestas. Tú probablemente sabes de lo que hablo. Quizás entiendes mejor que nadie eso de “un Dios que te llama a dejar todo a cambio
de nada”. “Nada” es para nosotros aquello que no vemos o tocamos, “nada” para Dios es la confianza de que si Él está contigo nada te hará falta.
Recuerdo muy bien el sonar de esa voz en medio de una llama que ardía en mi corazón. Al igual que tú, yo también me identifico con las palabras anteriores. También he estado ahí, a la entrada de la tienda, donde está la línea entre aferrarme a las lonas viejas de lo conocido o a creer que podía conquistar las estrellas. No, no es una película de ficción, es un llamado.
¿Temor? ¿Eso es lo que sientes? ¿Dudas? Qué bien, eres bienvenido al club. Todos pasamos por ello. Nuestra primera reacción humana es a la conservación. Eso no es otra cosa que esperar que pase el peligro para estar a salvo. Pero en algunas personas ocurre una extraña reacción, al pensar en el temor a lo desconocido se activa un deseo atrevido de desafiar lo desconocido. He descubierto que cuando Dios llama a una persona, es porque hay en su interior un corazón aventurero que arde por salir a desafiar los peligros y conquistar la tierra prometida.
Llamado a Servir