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ROBÓTICA Y RESPONSABILIDAD
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Manuel Iglesias Cabero. Magistrado del Tribunal Supremo.
ROBÓTICA
Y RESPONSABILIDAD
“Históricamente, la tecnología ha creado más trabajos que los que ha destruido”
José Marín Castán
Las distintas manifestaciones de la llamada cuarta revolución
industrial ha concitado la atención y el análisis de expertos de todas
las ramas de las ciencias. Han manifestado sus opiniones los políticos,
sindicalistas, economistas, filósofos e incluso el Papa Francisco que ha
expresado su parecer en nombre de la Iglesia Católica.
Hace más de un año que he prestado especial atención a estos
avances de la ciencia tan sugestivos, que parece que no tienen fronteras.
Esta nueva revolución industrial, al igual que las tres anteriores, suscita
un considerable número de incógnitas, y para tratar algunas de ellas he
recogido en un breve ensayo de la Biblioteca Jurídica de Bolsillo de la
Editorial Colex, los dos aspectos que a mi juicio encierran mayor interés:
la incidencia de la robótica en el nivel de
empleo y las distintas responsabilidades que el
empleo de las nuevas máquinas puede originar.
El primer obstáculo que hay que salvar es el de fijar con la necesaria
precisión los contornos de tan compleja figura, para tomar conciencia
del asunto que estamos analizando; la tarea se complica a la hora de
facilitar una definición que abarque todas las manifestaciones de los
distintos ingenios, pues hay una gran distancia entre el simple artefacto
que limpia los suelos de un edificio y lo que se sitúa en la avanzadilla de
los inventos, como es la inteligencia artificial.
El Diccionario ESPASA considera la robótica como un proceso
de automatización flexible, que abarca el manipulador simple, el
manipulador secuencial, robots de aprendizaje, robot con control
numérico y el robot inteligente. Entiendo que la frontera que separa la
inteligencia artificial y la del hombre no ha desaparecido; cuesta admitir
la existencia de un ser capaz de razonar, de tener sentimientos o de
inventar nuevos ingenios, que no pertenezca a la especie humana, y
menos, que en las alternativas pueda decidirse por la solución más
conveniente o más práctica, pero ya se trabaja en ese campo.
El segundo impedimento que dificulta la tarea es la absoluta falta de
normativa reguladora de esta nueva manera de trabajar, no solamente
a nivel interno, sino también en el ámbito de las instituciones de la
UE. El “Círculo vicioso de Asimov” (1942) no pasa de ser un breve
código, reducido a tres leyes, que debe presidir el funcionamiento de
estas máquinas tan sofisticadas. La ausencia de normas supone un
impedimento de relieve a la hora de exigir responsabilidad.
Los nuevos inventos viajan a tal velocidad que en los planes
de estudio de las Universidades actuales no se contemplan las
necesidades del mercado propiciadas por las nuevas tecnologías, lo que
provocará que, los empleos más demandados, en un futuro no lejano,
no se van a cubrir por falta de preparación de los candidatos, con la
natural frustración de los universitarios con graduación discordante con
los títulos legalmente reconocidos. Ya existen hoy en el mercado laboral
trabajos del sector digital, desarrollo de algoritmos o de especialistas
en big data en los que los especialistas podrán encontrar empleo en un
100 por 100 de las ocasiones. Economistas de distintos países abogan
porque la enseñanza primaria facilite unos conocimientos básicos para
una posterior formación.