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orría el mes de junio de 1998 cuando la operación militar
completaba dos meses seguidos aterrorizando a los pobla-
dores, los soldados los trataban de colaboradores de la gue-
rrilla, los amenazaban diciéndoles que cuando ellos se va-
yan vendrán los paramilitares y no tendrán contemplación
con nadie.
Las organizaciones comunitarias de San Pablo, Santa Rosa y Simití
en el Sur de Bolívar sentían miedo, todos sabían que en los informes
que los paramilitares reciben de militares y policías, los líderes so-
ciales eran los más señalados.
Mientras las guerrillas respetan a nuestras organizaciones -decía un
líder comunitario-, los del Gobierno nos miran como enemigos, sin
ser nosotros culpables de lo que pasa en la región.
Obras son amores
Estaba fresco el recuerdo cuando la comunidad del corregimiento de
Monterrey decidió construir su Colegio de Bachillerato, comenzó a
recolectar dineros entre los pobladores y el Ejército de Liberación Na-
cional aportó una parte importante de los fondos requeridos.
La comunidad decidió dejar constancia en una placa de cuánto dine-
ro había aportado la comunidad, el ELN y la Alcaldía; cuando una pa-
trulla del Ejército pasó y cuestionó que allí estuviera escrito la cons-
tancia del aporte guerrillero, los pobladores le dijeron, ustedes nos
dijeron que digamos la verdad, y la verdad es que el Gobierno ha sido
quien menos aportó a la obra, mientras la guerrilla fue quien más ha
ayudado, ¿ahora ustedes cuánto van a aportar?
Por esta razón el Capitán de la patrulla no tuvo más remedio que
abandonar la idea de arrancar la placa conmemorativa del Colegio.
Unos se fueron pero llegaron otros
Las últimas tropas que debían salir de la región pertenecían del Bata-
llón Héroes de Majagual, estaban ubicadas en Cerro Burgos, la Ciéna-
ga del Piñal y las Sabanas de San Luis.
MEMORIA COLECTIVA
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