E
n Colombia la violencia contra la mujer ha sido usada como
un mecanismo de dominación y poder; ahora a esta violen-
cia se suma el asedio y exterminio por su decisión de asumir
un liderazgo social.
Según el más reciente informe del Instituto Colombo-Alemán
para la Paz (CAPAZ), en el 2018 el asesinato de lideresas aumentó
en un 64,3 por ciento con relación al año anterior; sólo en el primer
trimestre de 2019 han asesinado 13 lideresas sociales [1].
Hace unas semanas la sociedad colombiana se conmovió con el
atroz asesinato de María del Pilar Hurtado, lideresa comunitaria y
vocera de un grupo de familias que tomaron un terreno baldío en
Tierralta, Córdoba, el cual pertenece al padre del Alcalde de este
municipio.
¿Por qué María del Pilar fue considerada objetivo militar? ¿Por qué
dos sicarios acabaron con su vida frente a su hijo? La masculinidad
hegemónica y poderosa no pudo aceptar que mujeres con sus fa-
milias construyeran viviendas en un territorio; este asesinato es un
mensaje a todas las mujeres que luchan por el derecho al territorio y
a la vivienda.
Recrudecimiento de la violencia
Según la antropóloga e investigadora feminista Rita Segato: “la po-
sición masculina sólo puede ser alcanzada –adquirida, en cuanto
estatus– y reproducirse como tal ejerciendo una o más dimensiones
de un paquete de potencias, es decir, de formas de dominio entre-
lazadas: sexual, bélica, intelectual, política, económica y moral” [2].
Es altamente preocupante la situación de las mujeres en las comu-
nidades y en los territorios; el avance neoliberal de las grandes cor-
poraciones extractivistas y monoproductoras, recrudece la violencia
tradicionalmente ejercida contra el cuerpo y la vida de las mujeres.
Solución Política
Revista Insurrección / Página 21