Revista Innombrable # 7 - Muros Poéticos, Ciudades del Silencio - 2015 | Page 57

“La escasez genera un negocio paralelo en la ciudad” Miércoles 26/06/19 - 11:11. Las largas colas, la escasez de víveres e insumos y el terror de la ciudadanía en las periferias de la ciudad incrementan en torno a los robos de víveres y canastas. La creatividad de algunos los llevan a alquilar sillas, personas, ojos inmóviles que les permitan a las madres, y padres, de familia movilizarse de las filas a ver a sus hijos enfermos; la venta de bolsas robadas y la oferta de vigilancia crean micromafias que abusan de la situación, afirma nuestro corresponsal Pablo Anhazel. Nota: Jorge V. El Caroní. República de Vl.” Muchos de los soldados tenían hijos enfermos, mujeres desnutridas y llanto entre las venas. Los custodios se consagraba en un baño de sangre, dispuestos a aniquilar a todos para ponerle de una vez fin a aquella tortura. Los hogares eran allanados y los gritos agonizantes de madres indefensas se ahogaban ante las armas reacomodándose en sus cabezas. Las noticias marcaban el comienzo de una dictadura: “Con el sufrimiento no se negocia, queremos a nuestros hijos vivos” Los padres de los desaparecidos, tras cinco horas de reunión exigen resultados en las investigaciones. Jan Martínez Ahrens/ Vl /30 OCT 2014 - 21:21 Epifanio Álvarez, lleva vaqueros baratos y jamás había empuñado un micrófono ni hablado ante un público mayor que su familia. Pero el miércoles, al filo de la medianoche, tras haber pasado cinco horas con los secretarios del estado en la residencia oficial de Los Pinos, epicentro del poder federal, este campesino decidió dar el paso y, con la sinceridad de quien tiene un puñal clavado en el corazón, explicó lo que le ocurre a él y al resto de padres de los desaparecidos en el centro de la ciudad. “Se han burlado de nosotros, solo hemos perdido el tiempo. Desde aquella noche en que se los llevaron estamos a la espera. Y el dolor nos hunde. Cuando como, pienso en qué estará comiendo mi hijo, cuando bebo, pienso qué estará bebiendo él; esto es una pesadilla de la que no podemos despertar.” Tenues sonidos provenientes de los vecinos tapando la boca de las niñas, para evitar que los encuentren tras el armario, llegaban a los oídos sucios de Mario. El hombre imitaba en acto involuntario los juegos infantiles, cubría sus ojos detrás del armario y contaba hasta cien para no escuchar el tiroteo salvaje en las calles; lo hacía incansables veces hasta quedarse dormido. El pálido tono de la brisa lo había despertado, murmullos impares llegaban desde fuera y un frío silencio le anunciaba, que al parecer, él era el último vivo. Los golpes gentiles en la puerta comenzaron a enloquecerlo; Mario miró tras sus pisadas y se acurrucó junto a las ratas. Las armas se abalanzaron a su cabeza pero, una habi X