Revista Innombrable # 7 - Muros Poéticos, Ciudades del Silencio - 2015 | Page 35
lámpara era muy alta, al igual que ser asaltado o, cuando menos, llevarse un susto por aquellos que se
lo apropiaban como vivienda. Inclusive había los que recurrían a él y sus sombras para alterar sus
conciencias fuera del ojo vigilante. A veces era preferible caminar medio kilómetro hasta el siguiente
puente que arriesgarse a una situación azarosa, surreal y con tendencia a la fatalidad.
Después de una década de abandono y de tránsito constante, el puente comenzó a desmoronarse. Por
fortuna, en aquellos momentos se estaba llevando a cabo el proyecto en conmemoración del centenario
y bicentenario de la revolución y la independencia, respectivamente. Uno de sus objetivos era el
saneamiento de la avenida Circuito, gracias a lo cual en el puente se renovó el sistema de iluminación,
se sanearon las escaleras y las estructuras carcomidas, se pintaron los pasamanos —esta vez de color
negro— y se colocó a un policía, quien a los pocos meses, desapareció tan misteriosamente como había
llegado, tras lo cual, los grafitis no se hicieron esperar. Al cabo de unos pocos días de ausencia de la
autoridad el puente lucía una nueva piel tatuada.
A inicios del último verano de mandato del presidente de la Guerra contra el Narco, y en tiempos de
campañas electorales presidenciales, en una de las tantas movilizaciones ciudadanas acaecidas a raíz de
los #131, masivamente condensado en el movimiento #132 y cuya esencia era ser anti-peñista, un
segmento de la ruta se estableció a través del Circuito (¿Interior? ¿Bicentenario?). Aquella marcha se
caracterizó por ser excesivamente vandálica. Anónimos encapuchados con mochilas atiborradas de
pintura en aerosol —los anarquistas, como les llaman en los medios— tapizaron las paredes de la
restaurada avenida con consignas antipeñistas, antitelevisa y con sátira política reflejo de la frustración,
la impotencia y la rabia de los indignados, aunque también de su creatividad. Sin embargo, estos actos
fueron condenados por parte de los organizadores de la movilización y, al día siguiente, un comité se
encargó de resarcir los daños ocasionados al patrimonio nacional a lo largo de la ruta.
Uno de los pocos residuos de aquel vandalismo que sobrevivió a la limpia masiva se encuentra en el
puente del bosque. En él se leía “Haz patria y ___ a un político” justo antes de bajar las escaleras que
llevaban al Hotel del Bosque. Por más de dos años y en un contexto en el que el papel del político
institucionalizado está más que puesto en duda, así como el de la democracia, ningún transeúnte se
atrevió a romper el silencio de la sentencia, hasta un día de octubre, en el que el vacío de aquella frase
fue saturado por grafías cuadriculadas de una mano anónima que la complementaba con un simple
“educa”.
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