Revista Huracán - Edición número 14 Revista Huracán - Edición 14 | Page 33

Historia Quemera | Por Pablo Viviani ALTA EN EL CIELO LA HISTORIA DE LA TORRE DEL PALACIO Muchos hinchas que pasan cerca de la torre del Ducó atinan apenas a sa- carse una foto junto a ella para conseguir un grato recuerdo, pero pocos se preguntan qué hace allí ese monumento ni por qué a alguien se le ocurrió crearlo. Y está bien, porque en definitiva… ¡una torre es solamente una torre! Aunque en el caso de Huracán la historia es diferente. La idea de colocar la atalaya en el Ducó surge recién en julio de 1944, cuando la estructura del “Gran Estadio” ya estaba casi terminada. El re- cinto fue diseñado al estilo de un circo romano y fue dividido en cuatro sectores: dos tribunas curvas populares y dos rectas. En cuanto a las dos últimas, en la de la calle Alcorta se ubicaron las plateas y en la de la Miravé se colocaron la tribuna oficial con acceso a los palcos de periodistas y a las ocho cabinas de transmisión radial. El sueño de tener una torre proviene de querer imitar a los viejos circos de Roma, que exhibían sus preciados obeliscos en el centro del campo. Con el tiempo, estas destacadas construcciones en la estructura central se convirtieron en lo que hoy se llaman “torres de homenaje”, que son forti- ficaciones utilizadas en los palacios a modo de torreón o como mástil para enarbolar las banderas en lo más alto del cielo. Cuando parecía que las obras en el estadio de Huracán quedarían suspen- didas por falta de dinero, en agosto de 1944 llega el préstamo acordado por la Nación y con él resurge el pretencioso proyecto de dar su torre al palacio huracanense. Lo único que se sabe de momento es que deman- daría más tiempo pero que su ejecución es necesaria para demostrar al mundo la colosal obra huracanense. Las torres cumplen actualmente la simple función de embellecer los es- tadios aunque en un tiempo atrás servían para mostrar el respeto por las disciplinas deportivas que vigorizaban el cuerpo humano y enaltecían a la raza. La costumbre de demostrar la magnificencia ante los dioses se inicia con el estadio Olímpico de Amsterdam (1928) y sería continuada al erigir- se la torre del estadio fascista de la Fiorentina (1931) y con la del estadio nazi de Berlín (1936), que construyó su torre con un campanario. Otro que agregó una torre fue el de Helsinki (1938), que se hizo pensando en los juegos venideros. Los primeros pasos para la construcción de la torre. 33