Revista Huracán - Edición número 12 Edición 12 | Page 24

y se va a extrañar, porque es la vida que uno hace. De chiquito, quería una foto con Fabián Ramos, Alejandro Masetti, Fernando Sisca, con Leonardo Duhalde, con Carlos Peña, Luis López, ‘el Gallego’ González. Ellos viajaban y yo los esperaba para que me trajeran rega- los, todos elementos para jugar al hockey. Todo eso yo lo incorporé, entonces cuando hoy me toca estar de este lado, intento repetirlo. Les cuento anécdotas a los chicos en el vestuario, por ejemplo. Y hay cosas que no pueden creer. ‘Viviste todo eso y hoy estás acá con nosotros’, me dicen. Y es una satisfacción inmensa. ¿Y podés hacer públicas alguna de esas historias que les relatás a los jóvenes? Y… Difícil (risas). Pero puedo elegir dos. La primera ocurrió en un Sudamericano en Chile, en el año 2000. Hacía no mucho tiempo habían ocurrido incidentes entre Argentina y Chile por la Copa Davis. Nosotros fuimos a jugar en ese contexto. Se vivió todo el torneo con una exigencia máxima. Al competir por el tercer puesto, tuvimos tanta mala suerte que competimos con el equipo local, San Miguel de Santiago de Chile. El árbitro, que no sabíamos ni quién era, empezó a te- ner fallos desfavorables para ellos. El rival y el público empezaron a decir que el encuentro estaba arreglado, y la verdad es que no era así. En ese momento, nos empezaron a tirar desde la tribuna manzanas, naranjas, de todo. Una de esas frutas le cayó a un compañero, que reaccionó y la devolvió a la gente. Ahí comenzaron a volar sillas, palos, caños. Hubo trom- padas y empujones por todos lados: jugadores, técni- cos, público. Tuvimos tanta mala suerte que Fernando Sisca le pegó justo a la única persona que se había metido a detener los incidentes, y resultó ser el Con- cejal de la ciudad. Así que vinieron a sacarnos los cara- bineros del vestuario, donde ya estábamos encerrados porque nos querían linchar, y se llevaron a Fernando y a otro compañero detenido. Estuvimos dos días con cancillería para que los liberen. Otra fue en 1995, en México. Si bien ya me habían ‘bautizado’ por jugar en Primera, mis compañeros di- jeron que no había sido suficiente y que precisaba un buen reconocimiento. Entonces, se les ocurrió depilar- nos por completo a mí y a dos jugadores más, encin- tarnos y ponernos en el ascensor del hotel. Cada vez que un huésped lo llamaba y se abría la puerta, apare- cíamos nosotros. ¿Y los tres mayores logros deportivos para vos? Empiezo por el último: hace dos años logramos el quinto título consecutivo con el equipo de Reserva. Tomo esos cinco torneos como uno. El objetivo de la coordinación era formar a los chicos que iban a repre- sentar después en Primera a Huracán: Lucas Gigliotti, Tomás Korosec, Sebastián Duhalde, Matías Gigliotti… Hoy todos ya asentados. Haber logrado ser escuela de esos chicos de esa manera es un logro inmenso. El otro fue haber conformado un plantel espectacular en el Sudamericano de 1997, que organizó el Globo y se jugó en el CENARD. Logramos un tercer puesto, y para mí fue lo más lindo del mundo, porque nunca había participado en un torneo así. Y, el mayor logro de todos para mí y también el más ‘viejito’ fue mi primer campeonato con Juveniles, por- que le ganamos a San Lorenzo en cancha de ellos y porque fue mi primer título ‘de grande’, después de haber cumplido los 16 años. Ganamos con todo en contra, público inclusive. A lo largo de tu camino, ¿alguna vez pensaste en vol- ver a jugar al fútbol y dejar el hockey? No, no me arrepiento de haber elegido esto. Por ahí, a veces pensás “qué hubiera pasado si…”, pero no me arrepiento. El sueño de cualquier jugador en Capital Federal o Gran Buenos Aires es jugar en Huracán, sin dudas, porque es una institución muy profesional, por más que en Argentina no lo sea. Jamás pensaría lo contrario. Estoy muy agradecido, me dio educación, salud, convivencia, aprendizaje, amigos… Me dio vida. Salir campeón con el Globo me dio la señal de que había elegido bien, de que todo ese esfuerzo había valido la pena. Un camino increíble… Sin dudas. Haber volado en este Globo me dio la po- sibilidad de conocer el mundo, de firmar autógrafos. Me dio la posibilidad de encontrar gente hincha de Huracán en sitios insólitos, como saliendo de un refu- gio antinuclear en Suiza. Allí, un hombre español nos señaló y gritó ‘¡Huracán de Parque Patricios!’”. La charla va llegando a su fin. De esa sencillez con la que se definió al comienzo de la conversación reme- moró cada una de sus historias, de sus recuerdos, de sus afectos. Relatos maravillosos e inmensos, pero que él trasladó a lo cotidiano, como cualquier vecino de Parque Patricios. Antes de la despedida, le tocó definir “su segundo nombre, su casa, su vida”. ¿Qué es Huracán? Aire. Lo necesitamos para vivir.