La atmósfera, el suspenso y la imagen
Si hay un elemento que pueda definir al terror en la literatura, este nos lo presenta prístinamente Edgar A. Poe. Sus cuentos, dotados de misterio, del tono de lo siniestro, imbuidos en la oscuridad, la negrura, la noche, proveen al lector de un carrete de imágenes certeras que le permiten no solo sumergirse en la historia sino que logran crispar los nervios de quien se acerca a su lectura. Desproveer de la idea de sangre, desgarramiento, imagen fácil, para dotar de suspenso, de atmósfera. Esa fue la línea de construcción de los cuentos que los estudiantes de séptimo elaboraron durante la primera parte del año, y que partió, justamente, de la necesidad de describir para construir atmósferas. No siempre en todo cuento de terror tiene que pasar algo explícitamente siniestro, como lo muestra el mismo Poe o Maupassant; la insinuación de lo insondable, de lo desconocido, es lo que puede ser más eficaz para despertar, provocar al lector. Ese fue el objetivo de la historia. Sin embargo, esa misma descripción, centrada en el detalle, puede construir otras imágenes, más gráficas, más explícitas, que pueden dar una idea de lo desgarrador, de lo truculento, en el lector. H. P. Lovecraft u Horacio Quiroga nos revelan también esta técnica. La noche oscura de « El cuervo », los dientes extraídos de « Berenice », el juego con la muerte de « La pata de mono », entre otros, fueron los insumos que les permitieron a los estudiantes elaborar las historias de las que ustedes van a ser partícipes. La estructura propuesta parte de la creación de atmósferas usando la descripción para introducir al personaje en una situación que, pese a todo, no necesariamente deviene en muerte pero que nos recuerda que siempre nos acecha tras las espaldas, y que el miedo a lo desconocido siempre va a ser un factor de provecho para el creador de historias que desee jugar con la mente del lector, devenir inevitable de lo humano.