Revista Greca Revista Greca Número 2. | Page 82

origen, principio y fin, pues, según profetas, mi reencarnación sería el despertar inminente de un dios cósmico.   En mi morada meditaba constantemente esperando el completo abandono de mi cadáver. Cada día era eterno pues mi subconsciente había llegado a la inmortalidad. No soporté. Mi frustración aumentaba. Opté por la extirpación de mi conciencia, que, en cierta manera, se podría comprender como suicidio astral. Sin pensarlo, amarré mis brazos y piernas a mi antiguo cetro; apliqué fuerza en contra de mi voluntad. Pronto mis tendones empezaban a tronar, mi piel se estiraba y expulsaba sangre a cántaros. No sobra recalcar que gotas carmesí salpicaban mis ojos, nublando mi vista. Inmerso en el dolor e impresión, vomité sobre mis desgarradas articulaciones. Arrastrándome, perforé con un filamento mi garganta. En el ahogo de mi propia agonía recitaba un antiguo poema, un poema profundo, como lo es R’lyeh: El canto de R’lyeh Cantan caóticas los peregrinos reprimían de la providencia, la cólera de los dioses, en la penumbra el conocimiento yace los profundos ruegan ante los dioses en su misericordia, la morada de los dioses, sus sinfonías R’lyeh.   Sabía que mi conocimiento triun