alas. No rebasaba los diez años y, sin embargo, en sus tiernas facciones podía distinguirse la gracia de una dama.
La belleza de su hermano no era angelical, ni siquiera proporcional, era pues un rostro más en el resto, uno de esos que puedes ver dos veces incluso en el mismo tren. Sin embargo, tampoco podría decirse que era feo. Su mirada era semejante a la de un adulto, a pesar de estar empezando la pubertad. Sus cabellos, organizados, lo estaban de tal forma que parecían haber sido manipulados por el viento. Era medianamente alto, no estaba en ninguno de los dos extremos en nada, no era muy inteligente ni muy torpe, por ejemplo. Como ya he dicho, era uno más.
En una ocasión el chico lanzó con todas sus fuerzas, pero la piedra rebotó de regreso. No sé qué hubiera dado más miedo: que la piedra se detuviese súbitamente en el agua sin hundirse, o se levantase y acercase bajando y subiendo hasta caer frente él, pues el miedo experimentado solo es conocido por los seres de la ficción.
Miró extrañado a su hermana, ella hizo lo mismo. Tomó la piedra y la observó con detenimiento. Era la misma, lisa, blancuzca, brillante y ovalada. Tuvo el morboso presentimiento de que no había regresado por sus propios medios, sino que, por el contrario, un ser consiente y tan inteligente como él la había devuelto. La lanzó de nuevo. Exactamente en el mismo punto regresó. Su hermanastra lo intentó y esta vez las cosas siguieron su curso natural.
¿ Qué clase de explicación se le puede dar a cosas como estas? ¿ Alguna especie de ley física aún no descubierta? O incluso más tentador, ¿ una fuerza consciente carente de cuerpo físico? ¿ Fantasmas en pocas palabras? De ser así, este debía de ser uno muy extraño.
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