Revista Greca Revista Greca Número 2. | Page 71

Un extraño día en julio Juan Diego Salcedo Osses Séptimo B A pesar de haber tenido un tiempo bastante moderado para pensarlo, todavía me cuesta aceptar la probabilidad de que nuestra vida esté inevitablemente ligada a la de otro ser. Y es que, si esto llega a ser cierto, entonces todas las cosas hermosas acabarían estando vacías: ver directo a los ojos de la musa, perderse en la melodía, sentir la excitación al tener una idea. Estos detalles que enriquecen los momentos con su magia perecerían como los recuerdos de un anciano.   Hasta donde sé, aquella mañana la brisa golpeaba con rabia las ramas de los árboles cuyas hojas luchaban por mantenerse sujetas. Las que se rendían eran arrastradas hasta el pie de un lago. Las piedras, húmedas, lisas y extrañamente ovaladas, como si hubiesen sido moldeadas por la perfecta y divina mano de la sabia Gea, reposaban sobre el fértil suelo, listas para ser arrojadas al agua por aquellos niños que, en medio de su juego infantil, alteraban la calma que prevalecía en aquel lugar.   La niña era la más pequeña de los dos. Su piel era semejante a la de un durazno, sin embargo, y en una hermosa contradicción, era también como un antiguo pergamino. El vestido blanco en el que estaba envuelta parecía confeccionado con esa extraña, fina y antigua seda que carece de nombre para la poesía con la cual las mariposas forman sus 63