tipos exagerados de lo que se significa ser dominicano. La novela hace constante referencia,
desde la primera página del libro, a lo que significa la dominicanidad y en cómo Óscar no
logra adoptar esas categorías: «Nuestro héroe no era uno de esos dominicanos de quienes
todo el mundo anda hablando, no era ningún jonronero ni fly bachatero, ni un playboy con
un millón de conquistas» (Díaz, 2008, p. 11).
No tenía ninguno de los superpoderes del típico varón dominicano, era incapaz de levantar jevas
aunque su vida dependiera de ello. No podía practicar deportes, ni jugar al dominó, carecía de
coordinación y tiraba la pelota como una hembra.
[…]
En cualquier otro lugar del mundo su promedio de bateo triple cero con las muchachas podía
haber pasado inadvertido, pero se trataba de un varoncito dominicano, de una familia dominica-
na: se suponía que fuera un tíguere salvaje con las hembras, se suponía que las estuviera atrapan-
do a dos manos. Por supuesto que todo el mundo se dio cuenta de su poco juego y, como eran
dominicanos, todo el mundo los comentó. (pp. 20 y 24)
Estos son solo algunos ejemplos de cómo el libro de Junot Díaz realza constantemente el
estereotipo de lo que significa ser dominicano. El hecho de que Óscar sea inmigrante de
segunda generación hace que todo sea más difícil ya que se encuentra en un limbo entre dos
culturas, la de su madre y la del país en el que vive. Esto hace que se intensifique el conflicto,
ya que ante él se presentan una visión distorsionada de su identidad de nación, una nación
en la que nunca ha habitado, y por otro lado le es imposible fusionarse con el país en el que
habita al convivir dentro de una comunidad tan cerrada. Este problema lo podemos obser-
var en el ensayo «Un lugar en el mundo: Identidad, espacio e inmigración», de María Dolo-
res Juliano (1994).
La imposibilidad de recrear ni aun simbólicamente los referentes de origen, es más clara en los
que emigran muy jóvenes o en los inmigrantes de segunda generación. En estos casos la expe-
riencia común con sus connacionales se limita a un discurso compartido aprendido. Faltan las
experiencias vitales a partir de las cuales se les asigna significado. El rótulo étnico así, más que
subrayar una especificidad previa, funciona como una frontera arbitraria a partir de la cual se
conceptualiza al rotulado como diferente […]. El o la joven pueden verse así como «siendo»
conceptualmente de un ámbito distinto del lugar donde desarrolla su existencia. Padece así la
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