Revista Foro Ecuménico Social Número 8. 2011 | Page 16
Reconciliación y religión
Las cosas
han cambiado
en forma vertiginosa.
Las grandes
religiones descubren
la reconciliación
como un deber moral
inherente a sus
afirmaciones religiosas.
34• FORO
mente Otro, puede usar cualquier religión para volver a ligar nuevamente a sí;
o inversamente, cada ser humano, desde
su propia finitud expresada en cultura,
vínculo social o económico puede re–ligarse con lo trascendente.
Reconocer lo anterior sería el primer
paso para que la religión sea un instrumento de reconciliación entre las personas, las culturas y las sociedades.
La decisión de reconciliarse tiene su
fundamento en la aceptación de la necesidad de reparar un daño ocasionado
en el pasado. No es posible una reconciliación en abstracto. Si bien la
culpa puede ser un factor importante, no siempre es determinante
para encaminarse hacia la reconciliación. Lo decisivo es la aceptación
del ‘otro’ como diferente en lo circunstancial y como igual en lo
esencial. El ‘otro’ es otro por su
idioma, por su religión, por su forma de vivir pero, simultáneamente,
igual en tanto humano. No solamente se ha lastimado al ‘otro’ sino que al
hacerlo uno mismo se ha lastimado en
tanto congénere. La búsqueda de la reconciliación nace de la necesidad de reparar el daño que me he ocasionado a
mi mismo a través del ‘otro’. No solo
se ha profanado el templo de los vencidos sino que al hacerlo se ha profanado el propio templo inserto en lo más
profundo de mi humanidad. La culpa y
el dolor motivador de la reconciliación
nacen de la pregunta. ¿Por qué me he
hecho esto a mi mismo?
Tanto la antropología como la sociología enseñan que la religión es parte de la condición humana. Aún aquellas
personas que afirman su autonomía humana frente al destino, lo trascendente
o lo divino, practican ritos, tienen lugares ‘sacros’ y son capaces de fanatismos
y creencias irracionales. Se consagra a
un cantante o deportista con la categoría de ‘ídolo’. Hay ‘sacerdocios’ políticos
y ‘profetas’ revolucionarios; se afirman
‘visiones’ escatológicas de un mundo feliz venidero e improbable. Lo religioso
está en la condición humana y no cesa de
crear y re-crear expresiones nuevas que
tienen poco de originales. Una característica del fenómeno religioso contemporáneo es la participación en múltiples
expresiones. Hasta fines del siglo XIX
lo característico era la adhesión única a
una expresión religiosa. O se era cristiano, o musulmán o judío, o animista, o
de cualquier otra religión. La pertenencia era parte de una identidad excluyente. La tarea de la reconciliación estaba
asignada casi exclusivamente a los santos, sabios o personas a las cuales se les
reconocía un don especial para la tarea.
Ningún cristiano común y corriente sentía como parte de su identidad religiosa
reconciliarse con los musulmanes por las
cruzadas. E inversamente ningún musulmán sentiría la necesidad de reconciliarse con los cristianos.
A partir de la segunda mitad del siglo XX las cosas han cambiado en forma
vertiginosa. Las grandes religiones descubren la reconciliación como un deber
moral inherente a sus afirmaciones religiosas. Conductas personales paulatinamente ganan terreno en ámbitos sociales, políticos y económicos. Si el cónyuge
está obligado a perdonar la infidelidad,
un país estará obligado a perdonar una
traición política. Si los hermanos distanciados están obligados a perdonarse,
los países vecinos están obligados a llamarse ‘hermanos’ aunque disten mucho
de vivir como tales. Estos cambios han
impactado fuertemente en las religiones
contemporáneas. Estas sienten el llamado a ser un factor decisivo en los procesos de reconciliación entre personas, culturas, religiones, sociedades y países. El