Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 26
Diálogo Intercultural
A lo largo de toda
la obra canta a
Buenos Aires, que de
algún modo es el
canto al país, a lo que
él siente, esta ciudad
que ya no es de él,
que está dentro de
él, que es él mismo.
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del setenta y cuatro, con respecto a su
obra del ‘23 “Fervor de Buenos Aires”
y “Cuaderno San Martin” por qué cuando él llegó de Europa compró un diccionario de argentinismos, porque quería ser argentino y entonces empezó a
usar palabras como “madrejón”, hasta
que se dio cuenta en ese momento, en
el ‘70, que tal vez él necesitaba el diccionario para entender esas palabras y que
ser argentino no es usar palabras de
terminadas, que es lo que él logra hacer
a través de toda su obra. Es decir, él llega y entonces trata de reconquistar
este país, a través de la conquista de su ciudad, que es el lugar
geográfico y físico que él siente.
Y a lo largo de toda la obra, esa
ciudad que primero es exterior,
que primero es íntima, uno va
viendo de qué modo él la incorpora hasta convertirla en un poema. En la mitad de su obra, más o
menos, “en el plano de sus humilla
ciones y fracasos”. Es decir, la ciudad
no es algo exterior, sino que está entretejida, es el plano, es lo que puede llevar
al dibujo y al encuentro de algo íntimo
que es él mismo. Y una vez que esto está
dentro de nosotros, está incorporado, y
no se necesita más cantar a eso, y eso se
da –por ejemplo– en la última parte de
la obra, cuando vuelve a cantar, porque
a lo largo de toda la obra canta a Buenos
Aires, que de algún modo es el canto al
país, a lo que él siente, esta ciudad que
ya no es de él, que está dentro de él, que
es él mismo. Y que otro va a contemplar
como una ruina, como lo que es para él
esta ciudad, ya que no es la misma ciudad de la que él partió en los años ‘20
hacia Europa. En esa ciudad en la que se
sintió un fantasma. Y entonces, a través
de eso él va a unir su destino de hombre del siglo 20 con el del siglo 21 o 22,
para el cual ya no existirá el obelisco, ni
esto ni lo otro, pero que seguirá siendo
este otro ser, ese o tro poeta del otro siglo. Esto es muy importante, porque si
a nosotros en el exterior nos conocen y
como un parámetro de la cultura e inteligencia que los demás pueden notar,
esta medida está dada desde la obra de
Borges.
A Borges en Europa no sólo lo consideran un escritor extranjero, lo consideran un escritor argentino. Creo que ser
argentino es eso, es llevar tan dentro do
nosotros eso que nuestra obra dé algo
tan universal como para que sirva esa
obra a nuestra patria querida por nosotros, para ser nosotros como una especie
de bandera de esa patria, sin un nacionalismo con anteojeras. Entonces yo creo
que eso es lo que muchas veces la gente
no sabe ver, pero basta tomar los libros,
leer y analizar la obra y darse cuenta de
qué modo él no necesita ser argentino. Y
además es muy lindo, por ejemplo, en el
cuento “Ulrica” cuando el protagonista,
que es un profesor colombiano, y la pro
tagonista, una noruega, él dice a Ulrica
que es un profesor colombiano, Ulrica le
pregunta qué es ser colombiano, y él le
dice “es un acto de fe”.
En definitiva eso es lo que es ser, pertenecer a algo, es un acto de fe, que creo
que es lo más grande que tiene un ser
humano que lo acerca a lo divino.
¿Cuándo hablaste con Borges de lo que venía después de la muerte?
No hablamos del después nunca. Por
mis creencias, no hay después. Borges sigue conmigo de algún modo, y lo siento. No hay después para mi, porque está.
Es como una continuidad de otro signo,
de otro modo. Como es una continuidad
también la relación con mi padre, que
murió cuando yo era muy joven.
Todos los escándalos que son de dominio público, me sirvieron muchísimo.