Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 24

Diálogo Intercultural En ese instante antes de morir, uno recrea toda la vida. Y es im­portante que en ese instante lo que uno recree lo deje en paz con uno mismo. Y creo que esto también lo dice la religión cristiana. servador, cuando sabía que el partido no iba a ganar; luego se borró; antes había pertenecido al radical. Pero en el fondo no adhería a ninguna ideología ni a ninguna utopía, en todo caso la utopía que él propone como una propuesta para la humanidad, es la que escribió en el poema de “Los Conjurados”, que es como un testamento para el mundo. Es el sentido que debería tener el mundo. Cuando nosotros viajábamos, él me comentaba, por ejemplo, que su padre cuando había estado en Europa, le dijo que mirara bien las banderas, porque en algún momento esas banderas iban a desaparecer. No porque desaparecieran los países como estructuras, porque eso debía naturalmente mantenerse, pero iban a desaparecer en lo que se refiere a antagonismos, y además Borges estaba terriblemente marcado por Suiza, por Ginebra. “Los Conjurados” está dedicado a Ginebra, porque ahí justamente él vio por primera vez lo que era la solidaridad humana; lo asombró el hecho de que tres países, Alemania, Francia, Italia con religio­nes, con temperamentos tan distintos, tomaran la resolución de formar un país –Suiza– y que en este país pudieran convivir y desarro­llarse. También lo conmovió la acogida que Ginebra dio a los re­fugiados de la Primera Guerra Mundial, que muchos de ellos fueron compañeros de Borges de la escuela. Toda esa acogida fraterna que pudo comprobar hacia esa gente, lo marcó para siempre. ¿Cómo has vivido este duelo de una persona tan querida?¿Qué consejo nos darías a nosotros que somos acompañantes de familias en situaciones afines? No se si esto es duelo. Cada persona tiene su historia fa­miliar y personal 42• FORO que hace imposibles las recetas. En definitiva, creo que en esa situación todo el mundo está consigo mismo. Por eso, es tan importante construir bien la vida. Como se dice, en ese instante antes de morir, uno recrea toda la vida. Y es im­ portante que en ese instante lo que uno recree lo deje en paz con uno mismo. Y creo que esto también lo dice la religión cristiana. En realidad, lo que uno tendría que aprender es a darse cuenta que nosotros buscamos la inmortalidad de algún modo, y nos han sido dados como paliativos o sucedáneos de esa inmortalidad: los hijos, una obra, cualquiera que esta sea, pero lo que tenemos que preguntarnos es realmente qué haríamos si fué­ramos inmortales. Si eso realmente nos daría la dicha. Porque quizás justamente la dicha es darnos cuenta que hay un límite, aunque lo neguemos, sin sentir que ese límite está. Y la dicha será vivir el tiempo de nuestra vida, porque de hecho cada ins­tante nuestro puede ser el último, y nosotros no lo sabemos. Recuerdo el cuento de Borges “El Inmortal”.El protagonista encuentra a un hombre ensangrentado que venía a caballo desde el Oriente. Le pregunta el nombre del río y el protagonista le responde que es el Egipto. Con tristeza el hombre le dice “otro es el río que busco, el río secreto que purifica de la muerte a los hombres”…”En la margen ulterior de ese río estaba la ciudad de Los Inmortales”. Entonces el protagonista se lanza a buscar esa ciudad y encuentra que se trata de un sitio atroz, terrible, habitado por trogloditas, por personas que no tenían el uso de la palabra. Era un mundo monstruoso. En ese momento empieza a llover y ve el rostro del troglodita que lo había seguido y perseguido durante todo el trayecto y a quien él había puesto como nombre Argo s. Miran-