globales en materia de conservación, protección y
restauración a la biodiversidad, que no sólo tienen
que ser instrumentados por los gobiernos, pues
la magnitud del problema rebasa la capacidad de
cualquier gobierno. Lo que es claro, es que para te-
ner éxito a la larga se necesitan dos aspectos muy
complejos: un mayor entendimiento y respaldo
social hacia el problema, y voluntad política del
más alto nivel para aplicar las leyes y programas
de acción contra la extinción.
El célebre biólogo y conservacionista Edward
O. Wilson (2016), señala que aún es posible llevar
la tasa de extinciones a niveles más naturales,
similares a los que existían antes de la expansión
humana por todo el mundo. De esta manera po-
dríamos salvar un 90% de las especies que aún
existen, incluyendo muchas que hoy se encuentran
en peligro crítico de extinción. Para lograr esta am-
biciosa meta, habría que expandir la protección a
los ecosistemas en forma drástica y hacerla real, de
forma que pudiéramos dejar una amplia superfi -
cie de la Tierra cubierta por los ecosistemas na-
tivos de cada región (lo cual, además, mitigaría el
cambio climático). Wilson propone que el porcen-
taje actual de áreas naturales protegidas, parques
nacionales y reservas ecológicas, se incremente
del 15% actual en áreas terrestres y 3% en áreas
interacciones vitales entre las especies se están
perdiendo a esta velocidad, con un consecuente da-
ño a los procesos ecológicos que soportan la vida
en nuestro planeta. Nadie puede predecir cuál será
el “punto de no retorno”, el momento en que la des-
aparición de una especie más, provocará el colap-
so de esos procesos en los ecosistemas, afectando
irremediablemente la capacidad de supervivencia
de los seres humanos.
Este panorama nos confronta con el único pro-
blema ambiental que no tiene solución una vez que
se presenta. Las afectaciones tan serias que hoy
padecemos en todos los ecosistemas, en realidad
pueden tener solución por complejas que sean; aún
el cambio climático podría detenerse o mitigarse
con voluntad y acciones decididas. Pero una vez que
una especie se extingue, nada puede hacerse para
devolverla a la existencia, y todas las interacciones
de las que formaba parte y que evolucionaron a lo
largo de miles de años, se pierden repentinamente
también. Las estimaciones sobre la cantidad de es-
pecies que desaparecen en el planeta son variables,
en parte porque no se conoce con certeza el número
total de ellas, pues a pesar de nuestro gran desa-
rrollo y avance científi co, sólo hemos sido capaces
de identifi car una parte menor de las especies del
planeta. Aun así, estimaciones con un buen grado
de confi abilidad, sitúan en 30,000 el número de
especies que podrían estarse extinguiendo
cada año, lo cual es una cifra que evidencia
la magnitud de lo que los científi cos han
denominado “La Sexta Extinción Masiva”
en la historia de la vida en la Tierra.
Para enfrentar esta crisis, tenemos que
actuar antes de que la extinción suceda, con accio-
nes de conservación rápidas, enérgicas, decididas
y de gran magnitud. Se requiere una combinación
de esfuerzos locales, políticas nacionales y acuerdos
Probablemente estemos ante la inminente desaparición del
único cetáceo endémico de México, la vaquita marina, una
pequeña marsopa emparentada con los delfi nes, que está
en grave peligro de extinción debido a la pesca ilegal de la
totoaba (un pez también amenzado), porque su hábitat no fue
debidamente protegido
3