Revista Especies 2-18 jul-sep 2-18 | Page 5

globales en materia de conservación, protección y restauración a la biodiversidad, que no sólo tienen que ser instrumentados por los gobiernos, pues la magnitud del problema rebasa la capacidad de cualquier gobierno. Lo que es claro, es que para te- ner éxito a la larga se necesitan dos aspectos muy complejos: un mayor entendimiento y respaldo social hacia el problema, y voluntad política del más alto nivel para aplicar las leyes y programas de acción contra la extinción. El célebre biólogo y conservacionista Edward O. Wilson (2016), señala que aún es posible llevar la tasa de extinciones a niveles más naturales, similares a los que existían antes de la expansión humana por todo el mundo. De esta manera po- dríamos salvar un 90% de las especies que aún existen, incluyendo muchas que hoy se encuentran en peligro crítico de extinción. Para lograr esta am- biciosa meta, habría que expandir la protección a los ecosistemas en forma drástica y hacerla real, de forma que pudiéramos dejar una amplia superfi - cie de la Tierra cubierta por los ecosistemas na- tivos de cada región (lo cual, además, mitigaría el cambio climático). Wilson propone que el porcen- taje actual de áreas naturales protegidas, parques nacionales y reservas ecológicas, se incremente del 15% actual en áreas terrestres y 3% en áreas interacciones vitales entre las especies se están perdiendo a esta velocidad, con un consecuente da- ño a los procesos ecológicos que soportan la vida en nuestro planeta. Nadie puede predecir cuál será el “punto de no retorno”, el momento en que la des- aparición de una especie más, provocará el colap- so de esos procesos en los ecosistemas, afectando irremediablemente la capacidad de supervivencia de los seres humanos. Este panorama nos confronta con el único pro- blema ambiental que no tiene solución una vez que se presenta. Las afectaciones tan serias que hoy padecemos en todos los ecosistemas, en realidad pueden tener solución por complejas que sean; aún el cambio climático podría detenerse o mitigarse con voluntad y acciones decididas. Pero una vez que una especie se extingue, nada puede hacerse para devolverla a la existencia, y todas las interacciones de las que formaba parte y que evolucionaron a lo largo de miles de años, se pierden repentinamente también. Las estimaciones sobre la cantidad de es- pecies que desaparecen en el planeta son variables, en parte porque no se conoce con certeza el número total de ellas, pues a pesar de nuestro gran desa- rrollo y avance científi co, sólo hemos sido capaces de identifi car una parte menor de las especies del planeta. Aun así, estimaciones con un buen grado de confi abilidad, sitúan en 30,000 el número de especies que podrían estarse extinguiendo cada año, lo cual es una cifra que evidencia la magnitud de lo que los científi cos han denominado “La Sexta Extinción Masiva” en la historia de la vida en la Tierra. Para enfrentar esta crisis, tenemos que actuar antes de que la extinción suceda, con accio- nes de conservación rápidas, enérgicas, decididas y de gran magnitud. Se requiere una combinación de esfuerzos locales, políticas nacionales y acuerdos Probablemente estemos ante la inminente desaparición del único cetáceo endémico de México, la vaquita marina, una pequeña marsopa emparentada con los delfi nes, que está en grave peligro de extinción debido a la pesca ilegal de la totoaba (un pez también amenzado), porque su hábitat no fue debidamente protegido 3