La delicada situación económica creció a partir de la caída del número de alumnos, que bajó en más de un 40 por ciento. La comunidad educativa se movilizó contra la noticia y reclamando propuestas de salvataje, y para agosto de ese año el Arzobispado de Buenos Aires ofrecía hacerse cargo de la institución. Unas 500 personas, entre alumnos, padres y ex alumnos, participaron de una reunión, que se desarrolló durante dos horas en un clima tenso. El agitado ambiente se fue descomprimiendo a partir de la promesa del superior general de la congregación, padre Francesco Radaelli, venido especialmente de Roma, de analizar la posibilidad de recibir propuestas para evitar el cierre definitivo.
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