Revista EntreClases Nº 6. Mayo 2020 | Page 43

Por otro lado, fisiológicamente, la adolescencia se caracteriza por una sensibilidad máxima del cerebro a la dopamina, un neurotransmisor que al parecer activa los circuitos de gratificación e interviene en el aprendizaje de pautas y la toma de decisiones. Esto contribuye a explicar la rapidez de aprendizaje de los jóvenes y su extraordinaria receptividad a la recompensa, así como sus reacciones intensas y a veces melodramáticas ante la victoria y la derrota.

El cerebro adolescente también es sensible a la oxitocina, otra hormona neurotransmisora, que entre otras cosas hace más gratificantes las relaciones sociales. Eso explica otro rasgo característico de este período: los adolescentes prefieren la compañía de sus coetáneos más que en ninguna otra época de su vida. Además, los chicos de la misma edad les ofrecen más novedades que el ya conocido ambiente familiar. Incluso, algo muy llamativo, es que, a nivel neuronal, percibimos el rechazo social como una amenaza para nuestra existencia. Sabiéndolo, comprenderemos mejor el drama que supone la traición de un amigo o la tragedia de no ser invitado a una fiesta.

La marcha del hogar es lo más difícil que hacen los humanos y el momento más crítico de sus vidas, no sólo como individuos sino como especie que ha demostrado una capacidad sin igual para dominar nuevos ambientes. En términos científicos, los adolescentes pueden ser un verdadero incordio, pero posiblemente son los humanos con mayor capacidad de adaptación.

Sin ellos, probablemente la humanidad nunca se hubiera expandido por todo el mundo.

Podemos evitar que los adolescentes no corran algunos de los peores peligros del mundo y guiarlos hacia las respuestas adecuadas frente al resto. Los estudios demuestran que cuando los padres guían a sus hijos adolescentes con mano ligera pero firme, manteniendo el vínculo, pero ofreciéndoles independencia, por lo general a los chicos suele irles mucho mejor en la vida

Daría Torres, alumna de Biología de 1º Bachillerato H, con el profesor Emilio Fernández