También se fortalecen los vínculos entre distintas partes de nuestro cerebro. Como resultado, mejoramos la capacidad de añadir información a la memoria y la experiencia la hora de la toma de decisiones. Al mismo tiempo, las áreas frontales desarrollan más conexiones y más rápidas, lo que nos permite generar y considerar muchas más variables y líneas de acción que antes.
Cuando este proceso de maduración cerebral avanza con normalidad, conseguimos sopesar mejor los impulsos, los deseos, los objetivos, el interés egoísta, las normas, la ética e incluso el altruismo, y generar un comportamiento más complejo. Pero a veces, al principio, el cerebro hace este trabajo con mucha torpeza, de ahí, la manera de actuar de los adolescentes.
Beatriz Luna, profesora de psiquiatría en la Universidad de Pittsburgh, escaneó cerebros de niños, adolescentes y adultos mientras realizaban un videojuego que consistía en hacer todo lo posible para no mirar una luz que aparecía repentinamente. Los expertos lo llaman inhibición. En comparación con los adultos, los adolescentes usaban menos las regiones del cerebro que controlan el rendimiento detectan errores, planifican y mantienen la concentración, áreas que aparentemente los adultos ponían en funcionamiento de forma automática. Eso permitía a los mayores resistir mejor la tentación, mientras que los adolescentes usaban esas áreas con menos frecuencia y cedían más al impulso de mirar la luz, del mismo modo que son más propensos a desviar la mirada de la carretera para leer un cartel.
Sin embargo, si se les ofrecía una recompensa, los adolescentes demos- traban ser capaces de poner a trabajar con más empeño todas esas regiones para mejorar sus resultados. Estos estudios también ayudan a explicar la irritante variabilidad de los adolescentes, que pueden estar encantadores en el desayuno y odiosos en la cena o parecer despiertos el lunes y sonámbulos el sábado.
Además de carecer de experiencia en general, aún están aprendiendo a utilizar las nuevas redes de su cerebro. El estrés, el cansancio o las situaciones problemáticas pueden causar fallos. La psicóloga Abigail Baird lo llama «torpeza neuronal».
El desarrollo lento revela en los diversos estudios una explicación de las tonterías que a veces pueden llegar hacer los adolescentes, como conducir a 182 kilómetros por hora u ofender a los mayores. ¡Se comportan así porque sus cerebros todavía no están terminados! ¡Los escáneres son la prueba que lo demuestra!