Sin embargo, padezco la enfermedad de quien pretende ser constantemente
el cuadro favorito de cualquiera, y sobre todo de su alguien.
Y a veces simplemente no se puede, porque no todo el mundo sabe valorar el arte.
He adornado interiores de todo tipo solo para engañar a mis orígenes
haciéndoles creer que estaban en aquel cuarto que a pesar de apagar mis tonos, me hizo ver.
Desde entonces amo los sitios tenebrosos y aquellos que más rotos están
para que sientan que en el abstracto yo que decora mi lienzo hay más caos que en ellos mismos.
Y no sé por qué, pero les calma.
Luego dejo allí mis pasados y mis ansiedades y me voy,
siempre con más miedos que con ganas y dejo allí,
entre bostezos, tropezones y sin sentidos;
mis colores favoritos.
Porque si me anclase en todo lo que he sido,
yo no tendría la suerte de elegir como espejo a un lienzo en blanco.
Laura Suero, alumna de 2º de Bachillerato