Jose Casablanca (Alumno de 4º ESO)
Hacen del galgo un perro miedoso y desconfiado. Son maltratados por sus dueños, haciéndoles pasar hambre y frío en zulos o fincas, pretendiendo que después corran detrás de sus víctimas. Los entrenan atados a coches y motos, a pleno sol en días de verano. Y cuando no valen para su único propósito los abandonan en perreras, en el campo, o los aniquilan de las maneras más creativas que os podáis imaginar.
Cuando llegan a las protectoras, los voluntarios podemos ver el miedo en sus ojos. Con heridas, fracturas y en los huesos. Aun así, solo hace falta un poco de cariño para ver como mejoran cada día. Algunos pasarán toda su vida en las perreras o protectoras, o serán sacrificados por no ser fácilmente adoptables. Si son privilegiados, serán adoptados por una familia responsable que los cuidarán y querrán hasta el final de sus días.
Yo no he podido tener el privilegio de tener de compañero de vida a un galgo, pero si son muchos los que han pasado por mis manos en la perrera donde ayudo voluntariamente. Son perros que te dejan huella. Anubis, Shasha, Jazmín, Titán, Hermes… a todos y cada uno de ellos los recuerdo. A todos ayudé de la manera que pude y ahora viven con sus familias definitivas. Algunos necesitaron más tiempo, otros menos, pero todos terminaron siendo uno más de la familia.
Y bueno, esto es todo. ¿Seguís mirando a los galgos con los mismos ojos? ¿Os apetece ayudarles? ¿Queréis ampliar vuestra familia y hacerles un huequito en el sofá? Pues tan solo tenéis que ir a cualquier refugio o perrera, y allí estaremos encantados los voluntarios de ayudaros a encontrar a vuestro amigo ideal.
Y por último y no menos importante, mostrad vuestro apoyo públicamente para que se solucione este problema, y no tengamos que sufrir ni los galgos, ni nosotros por ellos.