Revista Elevación Nº6, Marzo 2015, 2ª Quincena. | Page 7
lados de nosotros mismos y de los demás. Saben que es antinatural.
Por este motivo, los Ángeles están dispuestos a ayudarnos en cualquier momento para que
seamos capaces de perdonar a los demás y comprender la necesidad de pedir perdón cuando hemos herido a otra persona. Siempre que perdonamos o pedimos perdón, los Ángeles están junto a
nosotros y nos ofrecen su amor y su apoyo.
El perdón y la curación son inseparables. El perdón, tanto si lo damos como si lo recibimos,
es lo que inicia el proceso que nos cura estas terribles heridas. Es la medicina más poderosa que
existe porque detiene la infección que las heridas pueden causar y prepara el terreno para que el
amor las sustituya a través de la reconciliación. El perdón no es una emoción, ni un sentimiento de
benevolencia o compasión. Se puede describir como un acto voluntario mediante el cual decidimos eliminar una herida. Decidir perdonar algo que nos ha hecho daño no significa tolerarlo ni
quitarle importancia. Significa que hemos decidido no retener la herida, no llevarla en nuestro corazón y no utilizarla en contra del individuo que la causó.
Ser capaz de tomar una decisión así ya es una forma de curarse, porque evita que una herida
se infecte más. Y cuando el perdón abre las puertas a la paz de la reconciliación, entonces el amor
también puede entrar y eliminar cualquier rencor, incluso el más antiguo e intenso. En la mayoría
de los casos nuestro problema es que nos sentimos tan heridos que pensamos que podemos vivir
con el rencor, y no nos esforzamos por conseguir la reconciliación que es lo único que aliviará
nuestro dolor.
La manera más sencilla de perdonar es cuando alguien pide ser perdonado. Pero también
somos capaces de perdonar aunque la persona que nos haya herido no quiera o no pueda pedirlo,
porque el perdón depende de nuestra voluntad y proviene de la comprensión, el conocimiento y
la conciencia.
El perdón no siempre es algo instantáneo, por supuesto. A veces se necesita mucho tiempo
para perdonar. A veces se necesita toda una vida. Antes de tomar la decisión de perdonar conscientemente tenemos que crecer en comprensión e iluminación y, a menudo, tenemos que reafirmar varias veces nuestra decisión antes de que los sentimientos heridos aparezcan de nuevo.
A veces se necesita más que toda una vida para perdonar. Parecería que la noción católica
de “purgatorio” es precisamente eso: una casa de sanación después de abandonar este mundo,
una escuela para aprender lo que todavía tenemos que aprender y que deberíamos haber aprendido mientras estábamos en la Tierra.
Si aceptamos el hecho de que somos hijos de Dios, debemos comprometernos totalmente a
vivir una vida gobernada por el amor que sea digna de nuestro Creador. No sólo tenemos que esforzarnos por estar en paz con nosotros mismos y con los demás, sino que también debemos trabajar para perdonar a todos aquellos que nos hayan herido u ofendido. No debemos hacer concesiones con las heridas mortales. No tenemos derecho a pensar que podemos vivir con una herida.
Debemos esforzarnos para curarlas porque fuimos creados para alcanzar la plenitud.
Esto significa que cuando el amor no está presente en nuestros actos, cuando